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REVISTA DE HISTORIA MILITAR 112

104 ALBERTO BRU SÁNCHEZ-FORTÚN Pero esta deseable amalgama de tropas metropolitanas, indígenas, regu-lares e irregulares, no era improvisable. Por tanto, no se debía criticar a los ministros de la Guerra por no haberla logrado todavía. Además, por no ser una guerra convencional de masas, no bastaba dominar; había que pacificar –es decir, ocupar, aunque el general no lo dijera–, y esa pa-cificación, precedida por sucesivas penetraciones, al estilo Lyautey, que supieran combinar de manera constante y simultánea la acción política con la fuerza, ya la estaban realizando los generales al mando en ese momento. Eso sí, Burguete se mostraba partidario de la vieja idea, de-fendida en el Senado por Maestre, de fundar colonias agrícolas militares con veteranos licenciados que fueran campesinos. Nos ha interesado presentar esta polémica periodística porque ilus-tra bien el progresivo desencuentro entre la parte del Ejército más com-prometida entonces con las operaciones africanas y esa intelectualidad liberal que en un principio había aplaudido la colonización del norte de Marruecos. Chocaba, por tanto, la visión un tanto idílica que aquellos intelectuales tenían de lo que debía ser la acción colonial –Burguete lo llamaba “ilusionismo africanista”– con la dura conciencia de un sector militar que comenzaba a pensar que había ya demasiada sangre derra-mada como para desear otra cosa que no fuese la ocupación completa y la administración directa, militarizada si fuera necesario, de la totalidad del protectorado. La postura ilustrada por las declaraciones del doctor Maestre había terminado por ver con más gusto un modelo de ejército colonial muy próximo al desarrollado por los ingleses en Egipto. Cu-riosamente, a Maura le iba a suceder lo mismo, como luego veremos. Por contra, la facción del Ejército de vocación más definidamente afri-canista soñaba con el modelo francés puesto en práctica en Argelia y Marruecos, porque seguramente consideraba que le proporcionaría un control militar, administrativo y político más estrecho y eficaz de la zona del protectorado. De todos modos, lo que demostraba palmariamente la coyuntura de 1913 era la profunda incapacidad del Estado español para levantar un ejército colonial del tipo que fuera. El debate sobre el mensaje de la corona de 1914 Pero saltemos ya de la polémica periodística a la parlamentaria. Cuando por fin se abrieron las Cortes a primeros de abril de 1914, el debate sobre la contestación al discurso de la Corona permitió que las grandes, y no tan grandes, figuras políticas de la época dieran estado


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