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MEMORIAL INGENIEROS 87

MEMORIAL DE INGENIEROS Nº 87 152NOTICIAS DE LA ACADEMIA nuestro CGTAD? ¡Qué manera de trabajar divirtiéndonos y de divertirnos trabajando!; y si no, preguntad a Benjamín Casanova, a Luis Baile, al Trinchas (como veréis, omnipresente en mi vida), a Pepe Núñez, a Nacho Guerrero, a Vicente Ripoll, a Fernando Escobar, a Juan Hidalgo y a tantos y tantos otros “locos por la música de las Transmisiones” que siento no poder nombrar por falta de tiempo. ¡Nunca hasta entonces había visto mayor lujo de profesionalidad reunida en un solo equipo, porque juntos demostrasteis que la palabra “imposible” no tiene cabida en el diccionario de las Transmisiones Militares! Y después de la Brigada, sin dejar de tocar el cielo, el mando del segundo de los Batallones del Regimiento de Transmisiones 21. La “Infantería ligera” del Regimiento lo llamábamos coloquialmente, por no contentarnos nunca con el mero trabajo técnico sino por tratar siempre de vivir la milicia en estado puro. ¡Qué Plana Mayor tan exigua, pero tan potente, con unos Suboficiales de auténtico postín! ¡Y qué Compañías en permanente operatividad! Y por supuesto, ¡qué placer trabajar a las órdenes de ese gran profesional y amigo que es Eduardo Acuña! En lo más personal, para Marian y para mí, la Brigada y el Batallón supusieron nuestro regreso a la ciudad talismán, a nuestra querida Valencia, y el ser adoptados como hijos, hermanos y tíos por la familia Jiménez Ortega. ¡Trinchas, qué suerte tienes ahora que puedes disfrutar plenamente de ellos! Un poco más de paciencia que esto va tocando a su fin. Penúltima etapa: del mando de Batallón al ascenso a Coronel, con la, en principio, mala noticia de haberme sido ordenado tener que pedir voluntariamente destino al Eurocuerpo, lo que hacía inviable para mí el poder mandar un Regimiento. Pero fue llegar a Estrasburgo, ver la cara alegre y agradecida de Willy Altozano y de Jesús Martínez Soriano (dos de mis puntales en el Estado Mayor de la BRITRANS), por estar otra vez con ellos, y saber además que mi jefe más directo iba a ser Alfredo Ramírez, para volver a sonreír esperanzado. ¡Magnífica experiencia también esta del Eurocuerpo!: en lo profesional, un gran equipo en un extraordinario ambiente de trabajo; en lo afectivo, retomar y acrecentar nuestra amistad con Fátima y Alfredo y hacer otros nuevos amigos, entre quienes Ángeles y Juan Mora han pasado también a ser unos miembros más de nuestra familia. ¡Ah, casi se me olvidaba!: tampoco quisiera pasar por alto de mi tiempo en el Eurocuerpo el haber sobrevivido al Teniente General Pitarch, sin merma alguna de mi integridad física y sin que me hayan quedado secuelas, salvo, quizá, una cierta aceleración de la que hasta entonces no pasaba de ser una incipiente alopecia. Bromas aparte, y por ser de ley el “dar al César lo que es del César”, sí quiero hacer constar que pocas veces se habrá paseado tanto y con tanto orgullo el nombre de España, nuestra cultura y nuestras tradiciones militares, más allá de nuestras fronteras, como él lo hizo durante el tiempo que estuvo al mando del Eurocuerpo: sus apariciones en los actos precedidas de la Marcha de Infantes, sus revistas a las formaciones al son del pasodoble “El Abanico”, el hacer que se escuchasen “Los Sitios de Zaragoza”, en la Plaza Kléber de Estrasburgo, apasionadamente aplaudidos por tantos franceses ajenos a los motivos de tan extraordinaria pieza musical, o la instauración de una Fiesta Española anual que fue y sigue siendo la admiración de propios y extraños, y que registra unas cotas de asistencia que desbordan cualquier previsión, son sólo algunos ejemplos que, al recordarlos, no puedo evitar hacerlo sin decirte, sincera y afectuosamente: gracias, mi General, por haberme hecho sentir tanto España estando tan lejos de ella.


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