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REVISTA GENERAL DE MARINA AGOSTO SEPTIEMBRE 2014

de la victoria de los aliados. Porque la Armada inglesa fue el instrumento del bloqueo, y a medida que la niebla de la guerra va deshaciéndose y dando paso a la clara luz de los años de la posguerra, se ve que dicho bloqueo toma proporciones cada vez mayores y se revela con mayor claridad como el agente decisivo de la lucha. Y es que el bloqueo fue como esas camisas de fuerza que solían aplicarse en los calabozos norteamericanos a los prisioneros indisciplinados, que comenzaban a inmovilizar al preso, para ir después ahogando su respiración, y, cuanto más comprimían y más se prolongaba el tratamiento, menor capacidad de resistencia dejaban al prisionero y más desmoralizadora era la sensación de impotencia de este. La máxima de Francis Bacon: Es indudable que el que domina el mar domina también la situación y puede proseguir o limitar las hostilidades a voluntad, ha sido corroborada en este caso por muchos analistas, para los que la disputa del control del mar fue la auténtica clave de la contienda, pues al prolongarse la guerra, que inicialmente se presumía de corta duración, el aprovisionamiento por vía marítima de alimentos y materias primas fue esencial. Para este ambicioso proyecto hemos recurrido a la colaboración de académicos, historiadores, expertos profesionales de la mar e investigadores navales, quienes a través de doce artículos nos presentarán la perspectiva naval de la Gran Guerra. Partiendo de los obligados antecedentes históricos y causas del conflicto, se analizarán los factores estratégicos de los contendientes, se presentarán algunas de las principales acciones navales en los escenarios del Mediterráneo, Atlántico y Pacífico, y se tratará de forma más detallada la participación de dos tipos de unidades navales que protagonizaron algunas de las más destacadas acciones en el conflicto, los cruceros auxiliares y los submarinos que se consagraron como un arma formidable. Posteriormente se analizarán las violaciones de Derecho de la Guerra Marítima y el destino final de las unidades navales de los contendientes perdedores. Para finalizar, tres artículos tratarán algunas facetas de las implicaciones que para España tuvo el conflicto. Si bien es cierto que España, a los diecinueve días de comenzadas las hostilidades, en la Gaceta de Madrid del 16 de agosto, declaraba y ordenaba la estricta neutralidad de sus súbditos; también lo es que no por ello dejó de estar involucrada colateralmente ante el curso de los acontecimientos. Por una parte, la incapacidad de nuestra flota para de ejercer un control efectivo en nuestras aguas territoriales, por la escasez de unidades, dio lugar a violaciones de nuestra neutralidad y las consecuentes denuncias de los contendientes, las más comunes que realizaron los aliados eran referidas al abastecimiento clandestino de submarinos alemanes y a posibles comunicaciones o instrucciones que recibían desde nuestras costas, mientras las alemanas se centraron en el transporte comercial español, cuyas exportaciones eran estimadas como contrabando a favor de los aliados. Ello incidió en el despliegue de nuestras unidades navales y en la labor de inteligencia desarrollada por la Armada que estuvo a un gran nivel. Por otra, está la mediación del rey Alfonso XIII en el asunto de las violaciones del estatus de los buques hospitales, para cuya solución se embarcaron en buques hospitales aliados, como comisarios de inspección, a un número significativo de oficiales de la Armada; así como las consecuencias para el tráfico mercante nacional, algunas de cuyas unidades fueron hundidas durante el conflicto. Antonio Manuel PÉREZ FÉRNÁNDEZ CARTA DEL DIRECTOR 204 Agosto-septiembre


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