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AEROPLANO 29

Mientras en el resto del mundo los aviadores se lanzaban a los grandes vuelos, competiciones y travesías de mares más o menos extensos, la Aviación española se encontraba fuera de esta lucha por el dominio de las rutas del aire y el establecimiento de nuevas marcas. El motivo no fue otro que la campaña de Marruecos que absorbía por completo las actividades de nuestra aviación. Esta entrega de lleno a la guerra había impedido a los aviadores militares españoles incorporarse a la “Carrera de raids” que como ya hemos dicho se inició apenas firmado el armisticio de 1918. El año 1926, finalizada la guerra de Marruecos, tan pródigo en acontecimientos para la vida española, nuestra aviación militar llevó a cabo tres grandes hazañas que le valieron fama y prestigio mundial: el glorioso vuelo, sin precedente, del Plus Ultra; el de Madrid a Manila llevado a cabo por el Legazpi, uno de los tres aviones que lo emprendieron y que, si no abrió rutas nuevas, fue por alguna de las más difíciles y peligrosas de los cielos del mundo y por último el de la patrulla Atlántida que llevó nuestras aviones a nuestra colonia africana de Guinea. Numerosos aviadores españoles, triunfaron en la lucha dura y arriesgada contra los elementos, y ensancharon, merced a su valor y a su ciencia, los límites cada día mas dilatados de lo posible. Por ello, el esfuerzo nobilísimo de estos ilustres españoles tuvo una eficacia y una trascendencia que excedían también de las estrechas lindes de las fronteras nacionales y se sumaron a la obra universal y humana de la conquista del aire: (obra que desde los primeros tanteos de Santos Dumont, de Farman, de los hermanos Wright, hasta este año de 1926, ha dejado atrás cuanto podía concebir la imaginación en sus ensueños de maravilla, en tan poco espacio de tiempo. EL VUELO DEL PLUS ULTRA El primero de estos grandes raids, tanto cronológicamente como por resultar de enorme resonancia en el ámbito internacional, fue el que llevó la escarapela de la Aviación Militar española a la República Argentina desde Palos de la Frontera a Buenos Aires. Cuando el primer Almirante de la “Mar Océana”, regresó a Palos el 15 de marzo de 1493, lo hacía a bordo de un autentico barco- exposición. Era el primero que enviaba América a Europa. Se había descubierto América, a quién Cristóbal Colón llamó “Las Indias”, creyendo asiáticas las tierras halladas, y retornaba ahora lleno de euforia con su pequeño barco - la Niña - cargado de objetos, animales y hombres extraños. Colon se dirigió de Palos a Barcelona, donde estaban los Reyes Católicos, mostrando por los caminos de España a sus cobrizos indios, sus verdes papagayos y sus doradas máscaras. El asombro cundía en todas direcciones. De ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo se iba extendiendo la noticia del descubrimiento como un viento que cruzaba toda la geografía española. Como se sabe, Colón, con la colaboración de Pero Vázquez y de los hermanos Pinzón, preparó las tres carabelas - la Pinta, la Niña y la Santa María - con las que partió de Palos de la Frontera, el 3 de agosto de 1492, para descubrir el nuevo mundo. Hoy no es fácil imaginar el mundo de entonces, cuando los ciudadanos se detenían a contemplar con asombro y admiración las evoluciones de un avión; cuando el aviador por el solo hecho de serlo, era considerado una especie de ser legendario. Era la época de los grandes vuelos, aquella en que la Aviación, aún muy joven, realizaba sus primeros pinitos, probando saltar de isla a isla y de continente a continente, como el polluelo recién iniciado al vuelo, salta de rama en rama y de árbol en árbol, antes de hacerse dueño de su entorno. Al finalizar la I Guerra Mundial, aventureros, científicos y pilotos profesionales tratan de aumentar las posibilidades de este nuevo medio de transporte, recién descubierto, que es la aviación. 109


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