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trayecto y eligió los lugares de amaraje gestionando en ellos, los combustibles para los repostar. A fin de aumentar las posibilidades de la Patrulla, el Servicio de Aviación adquirió el motovelero “Cabo Falcón”. Este barco pensaba utilizarse para el transporte de los motores de repuesto, de las herramientas pesadas y de los repuestos adicionales a los que llevaban los propios hidros. También sería inestimable la ayuda prestada por la Marina con el cañonero Bonifaz, que les acompañó hasta Dakar, y el cañonero Cánovas del Castillo, que lo haría en la segunda fase del vuelo. Para la realización de este vuelo se eligen en Mar Chica-Melilla los Dornier Wal nº 1, 5 y 7, por ser los que se encontraban en mejores condiciones de los allí destinados. No obstante, se les sustituyen los motores Rolls Royce por otros nuevos. Se bautizó a los hidros como “Cataluña” “Valencia”, y “Andalucía” –nombres que rememoraban el origen de los marinos que exploraron por primera vez la costa africana que sobrevolarían– y a la Patrulla con el nombre de Atlántida –mítico continente– que se suponía hundido en el mar que iban a surcar. Las tripulaciones elegidas fueron: Dornier Wal nº1 “Valencia”: piloto y jefe de la Patrulla, comandante de Ingenieros Rafael Llorente Sola; navegante y piloto, capitán de Infantería Teodoro Vives Camino; radiotelegrafista, sargento Lorenzo Navarro Mulero; mecánico, soldado Antonio Naranjo Arjona. Dornier Wal nº 5 “Cataluña”: piloto, capitán de Infantería Manuel Martínez Merino; navegante y piloto, capitán Antonio Llorente Sola; observador y fotógrafo capitán de Artillería Cipriano Grande Fernández Bazán; mecánico soldado Juan Quesada. Dornier Wal nº 7 “Andalucía”: piloto, capitán de Infantería Niceto Rubio García, navegante y piloto capitán de Infantería Ignacio Jiménez Martín; ingeniero mantenimiento capitán de Ingenieros Antonio Cañete; mecánico soldado Modesto Madariaga Almendros. Cuando todos los preparativos estuvieron terminados, el 10 de diciembre –día de Nuestra Señora de Loreto, patrona de la Aviación– dio comienzo el raid. La primera etapa (Melilla-Casablanca), se desarrolló sin novedad, con tiempo relativamente bueno y mar en calma, lo que les permitió amarar frente al puerto, donde son recogidos por el cañonero Bonifaz que los llevó a tierra. Fueron recibidos por el Cónsul español y numeroso público. En Casablanca, permanecieron un día más de lo previsto, a causa de que el motor delantero del Cataluña, se averió y hubo que repararlo. El día 12, despegan para realizar la etapa a Canarias, la más larga del viaje. Para no tener problemas de combustible salen los aviones completamente cargados de gasolina. Era una etapa muy dura, y con un final lleno de dificultades; pero se triunfó por el gran espíritu y la capacidad del personal navegante. El amaraje fue arriesgado por lo concurrido y poco abrigado del puerto de la Luz, que forzó al Valencia y Andalucía a amarar en mar abierta con olas de hasta 4 m., lo que origina que las canoas resultasen seriamente dañadas. Necesitaron cinco días para su reparación. La tercera etapa comienza a las nueve de la mañana del día 18, para cubrir la distancia hasta Port Etienne (hoy, Mauritania). El vuelo hasta Villa Cisneros no presentó ninguna novedad, pero una vez pasado dicho punto, el “Valencia”, por una pequeña avería tiene que amerizar cerca de la costa del desierto. Avisa a sus compañeros para que continúen y una vez resuelto el problema continúa su vuelo hasta Port Etienne donde llega con sólo veinte minutos de retraso. Allí, se alojan en el fuerte francés dejando los hidros fondeados en la bahía del Reposo, custodiados por pescadores españoles. El 19 de diciembre emprenden la marcha que les llevó a Dakar en el Senegal. Al día siguiente, 20, vuelan de Dakar a Conakry recorriendo las costas de Senegal, de Gambia, de la Guinea Portuguesa y de la Guinea Francesa. La belleza del paisaje y especialmente de las islas Bijagós, queda reflejada en el diario de navegación de uno de los tripulantes. “Durante una hora cruzamos un verdadero laberinto de islas deshabitadas en su mayor parte y con una desbordante vegetación”. Sigue diciendo “El agua parece de un lago y el panorama es de los más bonitos que hemos encontrado”. Sin novedad transcurrió esta etapa de 700 km., en la que se invirtieron cinco horas. Sin problemas ni retrasos inesperados, al día siguiente, 21, salieron hacia Monrovia, capital de la República de Liberia. La selva tropical a partir de aquí se hace cada vez más espesa, hasta convertirse en impenetrable en Sierra Leona, Liberia y el resto del trayecto hasta la Guinea española. Esta sexta etapa se efectuó casi sin novedad, si no hubiese sido porque una pequeña avería obligó de nuevo amarar al comandante Llorente, que tampoco necesitó ayuda para reparar la avería despegando a los pocos minutos y alcanzando a la patrulla al poco tiempo. Ya casi al final de esta etapa, en Robertsport, les hacen señales desde tierra con banderas españolas. Dan varias vueltas y tanto insisten que «casi nos hacen dudar si estamos ya en Monrovia » decía una curiosa anotación en el libro de navegación de Martínez Merino. No era así; Monrovia, quedaba más adelante y depararía algunas sorpresas a la Patrulla Atlántida. Llegaron a Monrovia, donde tuvieron que remolcar los hidros por el río Mesurado, a través de una peligrosa barra. Por lo pronto, el amerizaje allí no fue fácil. Se encontraron con el cónsul, único representante español en la ciudad, que no hablaba español. En este país en que junto a personas semidesnudas existían uniformados guardias de tráfico sin que hubiera tráfico, a los miembros de la Pa- 126 Un Hidro de la Patrulla Atlántida sobrevolando Costa de Marfil


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