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REVISTA ESPAÑOLA DE DEFENSA 317

paz en América Central constituye un gran mérito para ellos, sus países y las Naciones Unidas». ONUCA fue una misión
de Naciones Unidas con un
carácter español muy señalado. Por primera vez en la
historia un general español
mandaba una Misión de
Paz, tanto militar como políticamente hablando, y las
Fuerzas Armadas españolas
aportaban no sólo el mando
de la misma sino el máximo
de observadores militares en
relación con los diez países
 que intervinieron en la operación, incluidos algunos de
gran tradición en este mecanismo como Irlanda o Suecia. Es de resaltar, asimismo, que se desarrolló sin ningún tipo de baja española a pesar de que solo durante el primer año de misión se recorrieron más de 600.000 kilómetros; las horas de vuelo en helicóptero sumaron más de 6.000; y las patrullas navales superaron las 30.000 millas. El 7 de noviembre de 1989, el Consejo de Seguridad de la ONU, tras una petición por los cinco presidentes de los países centroamericanos, aprobó la Resolución 644/1989 que establecía ONUCA por un periodo inicial de seis meses, y fijaba su mandato de llevar a cabo in situ los aspectos de seguridad contenidos en el Acuerdo de Paz de Estipulas II: «Verificar el cumplimiento por parte de los cinco gobiernos en lo relativo al cese de ayuda militar a fuerzas armadas irregulares y movimientos insurgentes, y no permitir el uso de su territorio para lanzar ataques contra otros estados». En resumen, traer la paz a esta región americana. El proceso de generación de fuerzas y despliegue se produjo con extrema rapidez teniendo en cuenta las experiencias anteriores de Naciones Unidas, y así se puso en marcha en menos de un mes, el 2 de diciembre de 1989, con la llegada al área de su comandante, el general español —hoy teniente general en la reserva— Agustín Quesada. El mandato inicial fue ampliado por dos veces en el año 1990: primero para intervenir en la desmovi- Despliegue Para el cumplimiento del mando y tras el informe de la misión de reconocimiento, la dirección de ONUCA estableció un complejo y disperso despliegue en cuatro fases y en cinco países diferentes; incluía un cuartel general, cinco oficinas de enlace, veinte centros de verificación y ocho bases avanzadas operativas. La misión se dividió en tres grandes ramas. La militar estaba compuesta por un grupo de observadores —256 oficiales procedentes de diez países diferentes, desarmados, como boinas azules— que incluía un escuadrón naval (treinta marinos y cuatro patrulleras argentinas); un grupo de apoyo aéreo (16 helicópteros canadienses y un avión de ala fija alemán) y una unidad médica alemana. La rama civil estaba formada por 104 funcionarios internacionales con 212 vehículos. Además, y como consecuencia de la ampliación del mandato, a la misión, que al principio era de observación, se incorporó una fuerza armada, denominada Agrupación Especial Venezolana, constituida por 702 hombres para facilitar la fase de desarme y aportar la seguridad adecuada, así como para proceder a la destrucción in situ del armamento que se recogía. Dentro del despliegue, las fases más significativas fueron la segunda y tercera cuando se constituyeron los centros de verificación en El Salvador —9 de los 21 totales que existieron— y cuando se estableció la estructura que permitió la desmovilización de las guerrillas en Nicaragua. Cuando la Unión Nacional Opositora (UNO) de Violeta Chamorro gana las elecciones presidenciales de febrero de 1990, derrotando al Frente Sandinista de Liberación nacional (FSLN) de los hermanos Ortega —Daniel y Humberto—, afloró la posibilidad de alcanzar una paz estable y duradera en Nicaragua y conseguir la desmovilización de la Resistencia. Como resultado de las consultas y negociaciones políticas, se firmó el Acuerdo de Toncontín el 23 de marzo de 1990 y, La RED recogió la entrega de armas de los Contras en su portada de mayo de 1990. lización voluntaria de la contra nicaragüense, incluido la recogida de armas, equipo y materiales militares, y, posteriormente, para supervisar el cese del fuego y la separación de fuerzas acordada. Un total de 59 oficiales españoles formaron parte de la primera etapa de ONUCA, misión que se prolongaría hasta diciembre de 1991 y que contó con la participación de casi un centenar de oficiales españoles. Finalizado el proceso de desmovilización, el Grupo de Observadores se trasladó a El Salvador para integrarse en una nueva misión en la zona (ONUSAL), y, posteriormente, contribuyó a otra operación internacional en Guatemala (MINUGUA). Los oficiales españoles se ganaron la confianza de los líderes de la resistencia, lo que hizo posible su desmovilización y desarme. 44 Revista Española de Defensa Mayo 2015


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