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BOLETIN INFANTERIA MARINA 16

ASPECTOS HISTóRICOS DEL BUCEO BOLETíN DE LA INFANTERíA DE MARINA 47 que constituyó sin duda el primer equipo de buceadores de combate de la Armada española. El buceo bélico perdió virulencia cuando el buceador comenzó a dedicarse a la construcción de puertos, diques, varaderos, reconocimiento de averías, reparaciones de buques a flote, recuperación de objetos perdidos, salvamentos, etc. El buceador ya no vuelve a ser empleado para la guerra hasta el siglo xx, esta vez con equipos adecuados y elementos propios de guerra submarina moderna. Recuperación de tesoros Cuando un navío se perdía estrellado contra arrecifes o acantilados, hundido en una bahía a causa de averías o comido por la broma (ávido molusco devorador de madera), resultaba de inapreciable valor la recuperación de los materiales que podían servir para la construcción de otro nuevo. Clavazón, hierro, cañones, cordelería, sebo, brea, etc., tan apreciados en estos primeros tiempos como después lo fue el oro y la plata. Los siglos xvI, xvII y xvIII fueron muy prolíficos en accidentes de este tipo. Es interesante reseñar que la mayoría de navíos perdidos llevaban grandes cargamentos en plata y oro; pero también es cierto que casi todos fueron buscados, recuperándose la mayor parte o la totalidad de esos cargamentos. Los encargados de esas recuperaciones eran los llamados «asentistas de buceo» que contrataban con la corona de España la recuperación de las cargas o buques perdidos, para lo cual disponían de buzos y reglamentos apropiados. Por resultar curioso, cabe reseñar la cédula autorizada por el rey sobre «Buceo en la Ensenada de México, 1678», en la que se ordena al gobernador de Cuba que: «De lo que sacare del buceo, que está a cargo del asentista Diego de Florencia, se aparte un quatro por ciento para que digan misas por las almas de aquellos a quienes pertenecía la plata que se hallare». Igualmente, cabe mencionar la ley reguladora de lo que legalmente le correspondía a los buzos por las extracciones, de acuerdo con el riesgo y profundidad del trabajo. Desde 8 metros, la mitad de lo extraído; desde 4 metros, un tercio de lo extraído y desde 1 metro, la décima parte. Esta ley de porcentajes, muy generalizada entre los buceadores recuperadores de tesoros, según Tito Livio, fue establecida por los rodianos y buzos del levante mediterráneo en el siglo III a.c., llegando hasta épocas recientes aplicando otros porcentajes. Como son muchos los datos existentes, sólo reseñaremos algunos casos importantes, en razón a cantidades recuperadas y condiciones de trabajo. Nuestra Señora de Atocha y Santa Margarita (1622) Ambos galeones naufragaron, en el estrecho de Florida, en 1622, con su importante cargamento de mercancías, abundantes lingotes de oro, plata y moneda acuñada. La gran importancia que la pérdida del tesoro significaba para las arcas del rey de España indujo a éste a ordenar su inmediata recuperación. Se iniciaron los trabajos con buzos del Caribe y Acapulco, al mando de Gaspar de vargas, recuperándose más de 350 barras de plata y oro, miles de monedas acuñadas, cañones de bronce y muchos lingotes de cobre. En 1626, el rey Felipe Iv de España firmó contrato con el buscador de tesoros de la Habana Francisco Nuñez Melián, quien mediante un ingenioso secreto (que se cree consistía en una campana de buceo) logró extraer la totalidad del fabuloso tesoro sumergido. Tesoros de la ensenada de Rande, Vigo (1702) Esta es una larga historia, llena de frustraciones y desengaños. Todo empezó en 1702, cuando una gran flota de galeones hispano-franceses, que regresaba de América cargada de tesoros en forma de oro, plata y mercancías valiosas, se refugió en Rande intentando rehuir el encuentro con una poderosa escuadra angloholandesa. Esta escuadra logró hundir gran parte de los navíos hispano-franceses, incendiando y capturando otros. Según los historiadores, la verdad es que gran parte del tesoro, si no todo, especialmente lo correspondiente a la Corona española, fue desembarcado, antes de iniciarse el combate, y transportado en carretas hacia el interior del país. De ahí la duda de las cantidades o caudales que pudieran haber quedado a bordo de los buques hundidos, y que la leyenda asegurara constituir un fabuloso tesoro existente en el fondo de la ensenada. En esta hipótesis se fundamenta la historia de los intentos de recuperación. Escala de Bagur, donde estos buceadores de coral alcanzaron tanta fama que los contrataban para pescar en las islas de Cabo verde. Hay que destacar que algunos de ellos murieron en el intento de conseguir mayores profundidades, atraídos por los sustanciosos beneficios que se alcanzaban, y otros quedaron imposibilitados a consecuencia de los frecuentes ataques de presión. Por su parte, la pesca de esponjas ha sido, y sigue siendo, un negocio lucrativo que ha permitido a muchos buceadores en el Mediterráneo conseguir pingües beneficios. Los griegos, especialmente, perfeccionaron el arte de la pesca de esponja, y su fama no ha tenido parangón en la historia. También hay que citar a los habitantes de las costas del sur del océano índico, especialmente en Ceilán y golfo de Bengala; así como en América del Sur a los del Caribe y el Pacífico, de extraordinaria habilidad, considerados excelentes buceadores dedicados a la extracción de ostras perlíferas. Se les ha visto sumergirse repetidamente durante toda una jornada sin experimentar síntomas de cansancio, a pesar de lo duro del trabajo. Todos estos buceadores prestaron grandes servicios a los españoles durante la etapa expedicionaria y la expansión descubridora. aplicaciones bélicas Las referencias sobre la aplicación de buceadores en operaciones bélicas 46 BOLETíN DE LA INFANTERíA DE MARINA son muy numerosas a través de la historia, y están reseñadas a partir del siglo Ix a. c., tras encontrarse los bajorrelieves asirios en el palacio del rey Assur-Nasir- Pal, representando a buceadores en acciones bélicas de la época. El historiador Herodoto, en un escrito del año 400 a. c., nos habla del buzo griego Scyllis y de su hija Cyana, empleados por el rey xerxes para cortar las amarras de la flota fondeada que les asediaba, consiguiendo romper el asedio y que los buques se fueran al garete. Tucídides (años 400-460 a.c.) narra la actuación de los buceadores de combate atenienses en el sitio de Siracusa, cuya intervención caracterizó la guerra del Peloponeso (404-431 a.c.). También se tiene noticia de que, durante el sitio de Tiro por Alejandro Magno (332 a.c.) los buceadores de la ciudad, en arriesgada misión, cortaron los cabos de los buques fondeados, dejándolos al garete, y abortaron la construcción de un gran dique, destruyendo las estacas que mantenían tierra y piedra de su enrase. Asimismo, Philón, escritor militar de la escuela de Alejandría, recomendaba utilizar buceadores, no sólo para cortar amarras, sino también para barrenar los fondos de los buques y conseguir su hundimiento. Hasta aquí las noticias recogidas del buceo bélico en el mundo clásico. En España, los datos más antiguos que se conocen se deben a Polibio y datan de la época romana (hacia el 125 a. c.), cuando Escipión utilizó, en la toma de Cartagena, combatientes entrenados en natación y buceo. En la Edad Media abundan las noticias sobre buceo bélico, conociéndose a comienzos del siglo xIv el desastre producido por un buzo en la flota de Alfonso Iv, rey de Aragón, que bloqueaba la ciudad de Bonifacio, logrando dispersarla y romper el asedio. En el siglo xvIII, en concreto en el año 1782, se produce un hecho trascendental en cuanto a la historia de nuestro buceo bélico, ya que en el intento de minar el istmo de Gibraltar, el general Crillón, responsable de la operación, organizó un grupo de buceadores a pulmón en su apoyo, HISTORIA


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