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REVISTA GENERAL DE MARINA ABRIL 2015

VIVIDO Y CONTADO los alumnos, todos, era lo primero que tocaban y lanzaban por la pantalla al entrar en la cabina, y digo todos porque daba igual el empleo, eran alumnos y como tales se comportaban. De ahí quedó para todas la frase de una compañera, cansada de que el alumno no parara de jugar con los cursores: «comandante no me toque las bolas». Recuerdo al suboficial don Tomás siempre pendiente de nosotras y que tuvo la genial idea de traernos un día una sonoboya para que viéramos aquello que llevábamos una semana lanzando para encontrar el submarino sin saber cómo era, ese submarino que siempre se escondía debajo de un mercante. Aquel control de comunicaciones que se pedía por orden de cabinas y que no sé si alguna vez llegó a ser «por orden»; los esfuerzos por proteger el lápiz negro de tu cabina, que si lo perdías eras capaz de ofrecer tu anillo de pedida para recuperarlo, o aquellos gritos por los pasillos cuando empezaba el juego y algo no funcionaba, como los de alguien que ¡no podía despegar! hasta que le hicimos ver que su unidad era un submarino. Pero estas líneas no son para contar anécdotas, eso se queda para nuestras comidas y meriendas. siempre creí que nos jubilaríamos en la Escuela y que a los destinados allí, soportando la menopausia de 22 mujeres juntas, habría que ponerles «Valor reconocido» en la Hoja de servicios; pero no, no sucedió así. Ahora, desde una secretaría particular en el Órgano Central, donde mi trabajo no tiene nada que ver con el que empecé mi vida laboral, y donde debo de ser muy pesada porque alguno me llama «España en la memoria», es por lo que quiero, sin contar una anécdota más, escribir estas letras que espero 2015 487


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