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REVISTA GENERAL DE MARINA ABRIL 2015

TEMAS GENERALES sus numerosos defectos hicieron que fuera baja a los cinco años escasos de su puesta en servicio; entre ellos se destacan su falta de flotabilidad, dificultades para la navegación, mala habitabilidad, difícil mantenimiento, excesiva complejidad y falta de fiabilidad de sus estructuras, gran ruido de su motor de gasolina, dejar un muy delator rastro de gases de escape y de lubricantes, etcétera. Tras este intento primerizo, hubo otro mucho más prometedor, el más conocido del reputado ingeniero Helmuth Walter, del Instituto Técnico de Hamburgo, quien ideó ya en 1933 el que sería su Unterwasser Schnellboot o «submarino rápido», que combinaba la idea de utilizar peróxido (o agua oxigenada de alta concentración) con un motor de turbina, sucediéndose sus modelos V-80, V-300, Wa-201 y Wk-202, con los que llegó a alcanzar la asombrosa velocidad en inmersión, para aquel tiempo, de 26’5 nudos en el primer y pequeño prototipo, y de 24’78 en los últimos, ya prácticamente operacionales, con el propio Dönitz a bordo durante sus pruebas en el Báltico. Esa es una historia ya bien conocida, que resumiremos recordando que el peróxido resultó ser tan peligroso e inestable en esa misión que podía provocar un incendio o explosión al entrar en contacto con grasa, etc., al aumentar su temperatura, y que incluso atacaba al acero. Por ello debía ser conservado en depósitos especiales, semiexternos al casco, pese a lo cual los problemas no hacían sino atenuarse, aparte de que era necesario también para combustible de las V-2 y del caza-cohete Me-163, lo que creó un grave problema de prioridades ante lo limitado de la producción del líquido. Todo se juntó, pero en cualquier caso, los diseños e ideas de Walter mejoraron el submarino convencional con su formidable Tipo XXI, llamado «submarino eléctrico», y que tanto influyó en el desarrollo posterior. Un último intento tuvo lugar con el submarino enano alemán Tipo XXVIIB, propulsado con un motor diésel de 95 CV con oxígeno comprimido, que tampoco tuvo continuidad. No tenemos que recordar que la idea persiste en nuestros días con el tenaz intento de dotar de AIP a los submarinos no nucleares, y estas ventajas ya las veía García de los Reyes hace ahora justamente un siglo. Bien se dice que «no hay nada nuevo bajo el sol» o, en este caso, bajo la superficie del mar. En cualquier caso, creemos que no está de más recordar este pequeño y desconocido apartado de las contribuciones españolas al desarrollo del submarino, y por alguien tan destacado y conocido que justamente por su condición de ingeniero especializado en electricidad comprendía mejor que muchos las limitaciones que esta implicaba en los submarinos. Y no fue cosa de poco que a los 25 años de que Peral consiguiera el primer submarino de propulsión eléctrica plenamente logrado, como se demostró en sus pruebas oficiales de 1890, otro español previera que aquel logro podía y debía ser mejorado. Luego dicen que no inventamos, y que los españoles no servimos para la Ciencia ni para la Técnica. 2015 397


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