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REVISTA GENERAL DE MARINA AGO SEP 2015

CENTENARIO DE LA CREACIóN DEL ARMA SUBMARINA sería difícil dilucidar qué fue antes, el boomer o el hunter-killer, pero nadie parece ahora dudar de que la tarea de contrarrestar la amenaza del submarino, nuclear o no, debe ser asignada, entre otros, a otro submarino. Tiene sus riesgos pues ambos se encuentran en el mismo entorno, entre dos aguas, y la historia poco dice al respecto, pues los enfrentamientos en combate de este tipo no se han producido en la medida suficiente que permitan afirmarlo, dejando claro que esa ausencia de enfrentamientos no significa que no haya habido «encuentros» entre ellos, y de forma más que habitual. si además, al cazador se le une como aliado el tradicional peor enemigo del submarino, el avión de patrulla marítima, lo que ya se ha convertido en una táctica habitual en continuo progreso (gracias a las mayores posibilidades de comunicarse) para contrarrestar la amenaza del submarino, las posibilidades antisubmarinas de una fuerza naval se multiplican, no debemos olvidarlo. En el jardín industrial En las líneas precedentes hemos intentado presentar al lector la importancia del submarino, bajando de lo estratégico a lo táctico, pasando por lo operacional. se nos han quedado cosas en el tintero, ya que hemos querido destacar aquello que abre caminos a la hora de considerarlo como una plataforma naval más, tan imprescindible como otras, y con ciertas características específicas que no pueden ser descartadas a la hora de pensar en términos inseparables, como son los de defensa y disuasión. Pero nos queda algo por decir. hemos hablado de que con los recursos disponibles hacen falta unidades muy capaces y superiores tecnológicamente. Y como están las cosas, una nación como España, si ambiciona ser eficaz en la mar y puntera en el ámbito industrial, no puede permitirse el lujo de recurrir al viejo dicho que tan de cabeza nos ha traído a lo largo de nuestra historia, que no es otro que aquel que ya espetaron en su día tanto al teniente de navío Peral como a otros inventores: «que inventen otros», y que en estos tiempos difíciles para nuestros submarinos podría traducirse por ese recurso fácil de «que los construyan otros». No debería ser así. El teniente de navío Peral construyó uno de los primeros submarinos de la historia; en tiempos del almirante García de los Reyes la labor continuó en nuestros astilleros, y seguimos haciéndolos. Tan cierta es esta pequeña parte de la historia y presente de nuestra construcción naval como obvio el hecho de que un buen submarino tecnológicamente superior no lo construye cualquiera, obviedad que se ha convertido en un reto de notables proporciones para nuestra industria y una exigencia para apostar por ella, buscando «en casa» la excelencia para la Armada en general y para el futuro de nuestra Arma submarina en particular. 2015 321


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