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REVISTA GENERAL DE MARINA AGO SEP 2015

CENTENARIO DE LA CREACIóN DEL ARMA SUBMARINA más tarde—, y al cabo de tres días de navegación las almohadas se encontraban impregnadas por las babas y las sábanas y el colchón por algunos flujos humanos, que actuaban como un pegajoso adherente similar al de las plantas carnívoras, que podían engullir al desprevenido ocupante por descomposición corporal. Y otros tantos ejemplos. De épocas lejanas nos llegan historias reales o imaginarias de quienes podríamos considerar nuestros trasabuelos submarinistas, y pienso en estas tres: — En el Antiguo Testamento se cita al profeta menor Jonás, siglo vII a. de c., el cual embarcó en Jope para ir hasta Nínive a predicar. La embarcación naufragó durante la travesía y Jonás estuvo en el vientre de un cetáceo durante tres días con sus noches hasta que salió incólume en las costas de Nínive. Nada se dice de si abandonó la «nave» por las fauces de la escotilla de proa o por el esfínter de la de popa. — El Poema d’Alexandre, siglo XII, fecundo en intuiciones técnicas, incluye leyendas con que la fantasía de los pueblos alteró la figura histórica de Alejandro Magno, describiendo una de sus hazañas más fabulosa y extravagante, tal como la de su viaje a lo submarino en un barril. Antes de introducirse en el batiscafo de maderas nobles estuvo sin comer pescado durante 40 días, aprendió el lenguaje de las sirenas y empapó su túnica con sangre de unicornio. Debido a estas precauciones tuvo éxito en su inmersión estática, ya que olfativamente fue tomado por pez, pudo hablar con dos sirenas sin mayores consecuencias, pues no pudo salir del vaso, y la sangre del animal habitante de los espesos bosques actuó como purificadora del aire respirable. — Más cercana en el tiempo está la desaparición del navío español San Telmo en aguas antárticas, año 1819, sin que hasta la fecha se haya descubierto indicio alguno de personal o material. Es por ello que se puede presumir que tanto el navío como sus hombres, al mando del brigadier de la Real Armada Rosendo Porlier, se encuentren congelados en el interior de un gran iceberg —parte sumergida— que todavía navega por esas aguas hiperaustrales. Ya tenemos pues a nuestros preabuelos submarinistas españoles —bien conservados, silenciosos y austeros—, quienes se anticiparían en unos 70 años al inmortal Isaac Peral y a sus compañeros submarinistas Mercader, Moya, Iribarren, cubells y García Gutiérrez. El primer amor se recuerda para siempre, según canta la alborada gallega os amoriños primeiros son moi malos de olvidare, y este para mí fue el Cosme García (S-34), con su comandante —mi querido comandante— el capitán de corbeta González-Aller hierro, que con el grado de contralmirante falleció recientemente, tan reconocido por el académico Pérez-Reverte en sus artículos 404 Agosto-septiembre


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