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que proporciona el Tratado de Lisboa, aunque respetando la soberanía de los Estados en la toma de decisiones. Este proceso de racionalización precisa de las lecciones que la UE ha debido extraer de su actuación —o de su falta de acción— en tres áreas de interés estratégico: el vecindario oriental, el norte de África y Oriente Próximo y el Sahel. En estos tres escenarios la reacción de la UE a los retos planteados en los últimos meses ha sido cuanto menos decepcionante a pesar de iniciativas como la reciente aprobación de una misión militar para contribuir a desmantelar las mafias ilegales de inmigrantes (ver páginas anteriores). Por un lado, la Unión Europea se ha mostrado incapaz de anticipar y contraponerse al «golpe de Rusia contra el orden de seguridad europeo», no solo en Ucrania, sino en otras partes del espacio pos-soviético. De igual forma, la explosión de violencia en Oriente Próximo y en la orilla sur del Las opiniones públicas deben entender la necesidad de una política de defensa Mediterráneo ha revelado la falta de preparación y de voluntad para intervenir de los europeos. Y en el área del Sahel se está lejos de abordar las causas profundas de la violencia, como la corrupción y las deficiencias en la gobernanza de la inmensa mayoría de los países de la región. Para la UE, el vecindario estratégico no incluye sólo el geográfico más próximo, sino también aquellas áreas en donde Europa se juega sus intereses vitales. En este espacio de vecindad ampliado, se identifican dos posibles escenarios de crisis: primero, En segundo lugar, la crisis financiera y las medidas de austeridad han afectado al proyecto de integración europeo y de paso a la PCSD, según los expertos del CEPS el «eslabón más débil» de dicho proyecto. La ausencia de una amenaza exterior, el elevado coste de mantener los sistemas de armas modernos y el escepticismo de las opiniones públicas sobre la utilidad del uso de la fuerza militar son los fenómenos que explicarían que los presupuestos de defensa disminuyan drásticamente en toda Europa. El hecho de que el centro de gravedad económico del mundo se haya desplazado hacia el Pacífico constituye la tercera razón que advierte de la necesidad de la UDE. Ante este escenario, los ciudadanos europeos y sus gobiernos parecen no darse cuenta de la pérdida de influencia global de Europa y las repercusiones que ello conlleva para su seguridad. Aunque hasta el momento, las medidas adoptadas por los europeos pueden ser tipificadas como «modestas», los retos estratégicos planteados suponen una oportunidad para avanzar en la integración de la seguridad y defensa europea que «contribuiría positivamente al destino político de la UE». Estos avances serían factibles si se logra una mayor convergencia estratégica entre los Estados y se establece una arquitectura más adecuada para gestionar las divisiones en el seno de la Unión. Para ello, el CESP propone racionalizar la cooperación en defensa aprovechando al máximo los mecanismos Junio 2015 Revista Española de Defensa 53 Pepe Díaz


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