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REVISTA GENERAL DE MARINA NOVIEMBRE 2014

TEMAS GENERALES dos. Las muestras de amistad mutua eran muy variadas: intercambiaron sus nombres y el adelantado le regaló al cacique una de sus camisas favoritas, cascabeles, cuentas de vidrio, pedazos de tafetán y hasta naipes, que los isleños se colgaron inmediatamente en el cuello. El momento más interesante de esos intercambios llegó cuando los españoles mostraron los espejos a los nativos y les enseñaron a mirarse en ellos; a cortarse las uñas con una tijera y a raparse con una navaja barbera. Todo esto duró unos días, en los que Malope respondió a estos regalos con frutas y alimentos. Mientras tanto, Mendaña y su esposa Isabel, preocupados por la suerte que pudiera haber corrido la nave almiranta, mandaron a Lorenzo Barreto en su busca con la fragata, ordenándole que, al mismo tiempo, rodease la isla para saber dónde se hallaban. A su vuelta, Lorenzo informó que Santa Cruz y otra media docena de islas cercanas estaban «todas pobladas de gente mulata, color clara», pero que no había encontrado rastro de la Santa Isabel. Entre tanto Pedro Marino Manrique, el maese de campo, había organizado y encabezaba un silencioso motín de los españoles que habían desembarcado en la isla y que ya habían construido la población. También erigieron una iglesia con una gran cruz en la entrada, en la que el vicario, Juan Rodríguez de Espinosa, ofició la primera misa. La rebelión se debía a que los soldados admitían que se encontraban en una isla maravillosa, pero en la que no encontraron perlas ni oro. Mientras, Mendaña, gravemente enfermo de malaria y postrado en su lecho en la nave capitana, poco pudo hacer para evitar, por una parte, los desmanes de los españoles contra los nativos y, por otra, la guerra civil que pronto se produjo entre los partidarios de regresar a Lima, capitaneados por el maese mayor, y los partidarios de seguir leales al adelantado de su majestad. Convencidos todos los mandos, junto con doña Isabel, de la traición del maese de campo, se celebró una reunión en la que se resolvió darle muerte por considerarlo culpable de todo lo sucedido. Así pues, muere Pedro Marino Manrique al grito de «¡Viva el Rey y mueran los traidores!». Pero las cosas siguieron complicándose, pues uno de los soldados, olvidando la buena acogida de Malope, lo mató de un arcabuzazo. Mendaña entonces lo hizo degollar, pero los enfrentamientos con los indios se multiplicaron y además el adelantado se sentía cada vez más enfermo y débil y no había muchos alimentos ni mucha agua. No obstante, el 17 de octubre, todavía tuvo fuerzas Mendaña para dictar su testamento: «Nombro a Doña Isabel Barreto, mi legítima esposa, gobernadora y heredera universal y señora del título de Marquesado que del Rey Nuestro Señor tengo». Don Álvaro murió al día siguiente. «Organizóse la fúnebre comitiva, siendo el cuerpo del Adelantado llevado por ocho hombres, seguido de todos sus fieles y de los soldados con los arcabuces a la funerala, como es ritual en los entierros de los generales. El féretro iba llevado por una bandera y se llevaba otra arrastrando. Bajo el altar 2014 625


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