Page 96

MEMORIAL CABALLERIA 72

96 HISTORIA riamente sobrios, cuidadores admirables de toda clase de animales, cautos contra todas asechanzas de los bárbaros, buenos bogadores, canoeros, utilísimos para el manejo de las carretas y mulas de carga, para la matanza de reses, y sin iguales para guías y correos en aquellos desiertos y veredas que nadie entiende ni conoce como ellos». En 1785, el Virrey de Gálvez también distinguía a los soldados presídiales de los regulares: «Los soldados presídiales son del país, más aptos que el Europeo para esa guerra, siendo preocupación de estos últimos creer que a los Americanos les falta el espíritu y la generosidad para las armas, atendiendo a que en todas las épocas y naciones la guerra ha hecho valientes y la inacción cobardes. Y si es esta una verdad incontrastable, es precisa consecuencia que deben ser fuertes y aguerridos unos hombres que nacen y se crían en medio de los peligros. No son menos bravos los criollos de tierra-adentro que los indios con que pelean, pero las circunstancias que los acompañan no son tan favorables, su ligereza y agilidad a caballo grande (respecto a la de los Europeos), es perezosa comparada a la de los indios, y nuestra religión que pide otras justas atenciones en la muerte, no permite en los últimos instantes aquellas apariencias de generosidad con que mueren ellos; pues los apaches ríen y cantan en los últimos momentos para adquirir su mentida gloria, y nosotros aspiramos a la verdadera por medio del llanto y el arrepentimiento, resultando que al paso que a ellos se animan y se envidian, los nuestros se abaten y se entristecen. Tampoco pueden nuestros soldados sufrir la sed y el hambre con la misma constancia del indio, ni resistir con la misma indolencia la intemperie porque el distinto resguardo con que se crían los hace más sensibles y delicados». Las funciones que cumplían eran muchas: protegían las misiones, las poblaciones y los caminos, escoltaban las caravanas de provisiones y el correo, cuidaban las manadas de caballadas con que los presidios contaban, patrullaban por las grandes extensiones en busca de rastros de indios hostiles, etc. Además, los soldados presídiales recibían merced de tierras para cultivo y ganadería, que los ayudaba a su sustento. De todas las anteriores, la función más relevante y que fue su razón de existir fue la del combate a los indios. Presidio del Pasaje en Nueva Vizcaya Urrutia, 1765. Uniforme y armamento El uniforme que utilizaban se regía por el reglamento de 1772, que decía: «El vestuario de los soldados de presidio ha de ser uniforme en todos, y constará de una chupa corta de tripe, o paño azul, con una pequeña vuelta y collarín encarnado, calzón de tripe azul, capa de paño del mismo color, cartuchera, cuera y bandolera de gamuza, en la forma que actualmente las usan, y en la bandolera bordado el nombre del presidio para que se distingan unos de otros, corbatín negro, sombrero, zapatos, y botines». Por la utilización de la cuera como uniforme, se les conoció también con el nombre de dragones de cuera. Esta era un abrigo largo sin mangas, constituido por hasta siete capas de piel, resistente a las flechas de los indios enemigos que sustituyó a las corazas metálicas de la conquista. Al principio sólo eran utilizadas por los oficiales pero, dada su eficacia, su uso se extendió a toda la tropa llegando a ser parte del uniforme reglamentario. Como su peso llegaba a ser hasta de 10 kg, con el tiempo el largo de la cuera que llegaba casi hasta las rodillas se fue acortando hasta que, a finales del siglo XVIII y durante el XIX, llegaba sólo a la cintura a modo de chaquetón. Generalmente era de color blanco, aunque también se utilizo el color café con el escudo español bordado en las bolsas. Las armas que el reglamento de 1772 señalaba eran una espada ancha, lanza, adarga, escopeta y


MEMORIAL CABALLERIA 72
To see the actual publication please follow the link above