En el proceso de romanización (cambio de estructuras en la organización indígena) que se opera en el Norte peninsular el ejército romano desempeñaría un papel significativo al tratarse de las poblaciones más atrasadas en sus estructuras económicas y sociales.
El poder romano afianzará su política militar por medio de una ocupación y control prolongados, a cuyo fin favorecería la participación de los indígenas astures en su ejército (tropas auxiliares de infantería y caballería).
Dicha presencia tendría lugar en un primer momento a través de levas forzosas, aunque en una etapa posterior adquiriría un carácter voluntario (en principio como soldados desplazados a las líneas fronterizas del Imperio y después como integrantes del ejército de ocupación).
Frente a la escasa participación de los astures en la política romana su presencia se hizo mucho más abundante en las filas del ejército, que pasaría a ser el elemento determinante de la vida social en la región.
De esta manera, no solo se convertiría en un medio de promoción social sino que contribuiría igualmente a la introducción de los sistemas y formas de producción romanos, en especial en los sectores minero y agropecuario.
Al mismo tiempo la presencia del ejército (y de sus veteranos asentados en suelo astur) incentivaría el desarrollo del urbanismo mediante el surgimiento de núcleos urbanos en torno a los campamentos.
Un aspecto significativo desde el punto de vista ideológico lo constituye la influencia de los militares sobre la religiosidad de los indígenas a través de la introducción de los dioses del panteón romano.