En los últimos veinte años del régimen de Franco la gran mayoría de los sistemas de armas de los tres ejércitos españoles se recibieron a través de convenios con los Estados Unidos de América. La «ayuda americana», que no era sino una contraprestación por las facilidades ofrecidas a Estados Unidos, no fue exclusivamente militar sino que parte de ella consistió en el abastecimiento de materias primas, productos agrícolas, asistencia técnica o financiación de los más diversos proyectos, desde forestales o agrícolas hasta turísticos.
Pues bien, si el 26 de septiembre de 1953 Franco firmaba con Eisenhower los «acuerdos de Amistad y Cooperación», solo diez años antes se había convenido con la Alemania nazi un «acuerdo» por el que ambos países se comprometían a profundizar en sus relaciones comerciales de todo tipo. Aunque parezca mentira, el Tercer Reich necesitaba a España para mantener su economía de guerra, pues nuestro país figuraba entre sus mejores proveedores de materias primas.
El día 27 de septiembre de 1943, el ministro del Ejército español, Carlos Asensio Cabanillas, solicitaba al Consejo de Ministros, reunido en Madrid, autorización para contratar la adquisición de determinado armamento que una comisión nombrada al efecto había pactado en Berlín, la capital del Reich alemán, unos meses antes. Esta curiosa situación se producía porque el proyecto de modelo de contrato no se ceñía estrictamente a las disposiciones legales que regulaban la contratación en el Ministerio del Ejército.