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MEMORIAL INFANTERIA 69

“Unos años más tarde, siendo testigo de una gran catástrofe y en medio de graves acontecimientos, tuve la ocasión de juzgar el valor exacto de la gente frente al peligro, cuando se trata de afrontar la muerte, de sacrificarse para salvar existencia, de tomar peligrosas responsabilidades al fin. En semejante caso, examinando fríamente las cosas, se está obligado de reconocer que tan solo los fuertes física y virilmente, son los que rindieron verdaderos servicios. La mayor parte de los débiles, de grado o por fuerza, se encuentran enseguida desanimados, anulados, aniquilados”. Pero será también en esta obra donde dejará clara su oposición al pretendido cientifismo de la gimnasia sueca y su implantación en el ejército: “Un antiguo jefe de la Escuela de Joinville (no lo dice, pero se refiere al TCol. Coste) la ha, en efecto, condenado definitivamente… escribiendo: “Examinando un poco de cerca la gimnástica amorosiana, veríamos todo lo que una gimnástica no debe ser si lo que pretende legítimamente es una acción educativa”. Tengamos el valor de decirlo: si las ideas de Amorós hubieran triunfado y si la Escuela de Joinville hubiera sido capaz de retomar las tradiciones de la antigua escuela del parque de Grenelle (próximo a los Campos de Marte, donde se encontraba el Gimnasio Normal Civil y Militar de Amorós), ¡de qué admirables falanges de atletas dispondríamos en la actualidad! Añado que desde el punto de vista utilitario, el manual de gimnástica de Amorós es el más completo y documentado que existe”. Pero el problema del Reglamento de 1910, no es tan solo su falta de emulación, monotonía y carácter analítico. Además se debe destacar lo que Hébert denomina, el antimilitarismo o, para ser más exactos, el pacifismo dentro del ejército en aquella época: “Ha hecho estragos estos diez últimos años en los cuarteles una singular crisis de intelectualidad. Partiendo de un principio que siendo admirable bajo su primera forma muy limitada, ha llegado poco a poco a considerar que el rol del oficial combatiente era el de educador moral del pueblo. La instrucción militar resultaba secundaria”. Lo que contrastaba al compararlo con el método de Amorós: “Esta justa concepción del primer fin de la gimnástica: la utilidad, provenía de que Amorós había hecho la guerra durante muchos años. Su enseñanza se resiente de las circunstancias especialmente difíciles en las cuales se desarrolló una parte de su existencia. De otra parte, la vida de los campos de batalla, donde aprendió a conocer al hombre; de otra parte, los peligros de todo tipo donde ha aprendido a poner en juego sus cualidades físicas. Su método es, en suma, el producto de su experiencia de las cosas de los hombres”. Al hacerse cargo en el año 1904 de la reorganización de la gimnástica en la Armada francesa, tendrá una oportunidad para poner en práctica sus ideas. Para ello, lo primero que hace es plantearse cuáles son las capacidades que debe reunir un combatiente: “El hombre, como todo ser vivo, debe conseguir su desarrollo físico integral por la sola utilización de sus medios naturales de locomoción, de trabajo y defensa. Esta utilización es obtenida por la práctica razonada de los ejercicios que yo denomino en bloque: utilitarios indispensables y que constituyen los verdaderos ejercicios educativos. Estos ejercicios forman ocho grupos distintos: la marcha, la carrera, el salto, la trepa, el levantamiento, el lanzamiento, la defensa natural (por el boxeo y por la lucha) y por último la natación. La marcha, la carrera y los saltos son los ejercicios naturales por excelencia; los más indispensables de todos. Además para los militares: la esgrima, la equitación, el remo, el tiro y la defensa con armas”. A ello podemos añadir, en el caso de los cuadros de mando no solo destinados a soportar las fatigas y las privaciones de la guerra, a librar y dirigir los combates, deben además instruir y educar a los hombres bajo sus órdenes, entrenarles física, viril y moralmente, hacerles aptos para superar con soltura y buen humor todos los obstáculos y a afrontar todos los peligros; en una palabra, debe transformarlos a ellos mismos, también en combatientes. En segundo lugar, para asegurar la adquisición de esas capacidades, habrá una serie de principios a observar: 1. Entrenamiento diario, durante un tiempo determinado, en base a una cantidad suficiente de trabajo o de esfuerzos, con la finalidad de desarrollar la resistencia y la velocidad, primeras de las cualidades físicas a poseer. 2. Práctica regular y continua de todos los géneros de ejercicios utilitarios indispensables sin excepción. 3. Desarrollo de las cualidades viriles: energía, valor, voluntad, sangre fría, audacia… elevación de los valores morales, desarrollo de la idea de beneficencia, del sentido del deber… 4. Endurecimiento del organismo al frío, al calor, al sol y a las intemperies por el trabajo al aire libre, baños de sol y aire, baños en ríos o mares y empleo de agua fría para las abluciones. 5. Aproximación al estado de rusticidad por hábitos de frugalidad, sobriedad, simplicidad en la manera de vivir en general, de moderación en todos los placeres, así como por la observancia de reglas de higiene y de todo lo que pueda constituir la moral física. 93


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