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REVISTA DE HISTORIA MILITAR 115

174 VICENTE PUCHOL SANCHO draconianas durante el primer mes de estancia que afectaron especialmente a la población de Terracina. Son precisamente estas medidas iniciales las que pudieron utilizar los republicanos para crear y publicar infundios que desacreditasen a nuestros soldados y fuesen considerados como conquista-dores y enemigos de la población. En el libro de registros de causas de la auditoría de la división, aun-que el delito más habitual fue la deserción, quedan recogidos algunos casos de peleas y excesos cometidos por los españoles y contra los españoles. En concreto, por faltas cometidas por nuestros militares hay dos sumarios abiertos contra dos soldados por pelearse entre ellos, cuatro sumarios por desórdenes y excesos cometidos en Velletri y Porto D’Anzio, otras cuatro causas por heridas infringidas por soldados a paisanos en Velletri, Terni y Porto D’Anzio y una más por deudas contraídas en Roma32. Ahora bien, aun sin poderlo afirmar categóricamente, a excepción de los dos sumarios abiertos por peleas y el de deudas, la mayoría de los otros casos deben juzgarse a la luz de las amenazas, insultos y agresiones que recibían nuestros soldados por parte de los republicanos. En cambio, tenemos otros dos casos en que la conducta de los mandos militares dejó bastante que desear, llevados por su orgullo e intemperancia. El primero se produjo a finales de julio, en Piedeluco, próximo a Terni, por el mismo auditor de la división, el literato e historiador Serafín Estébanez Calderón. Estando con otros militares de la expedición visitando la cascada de las Marmore, apreció, mientras navegaban en una barca por el lago, que en el pueblo de Piedeluco aún se encontraba en pie el árbol de la libertad. A pesar de la observación hecha por un militar del grupo de que no llevaban armas, Calderón les convenció de que debían acercarse para abatirlo. Al llegar a la orilla, repleta de gente y guardias cívicos, el auditor preguntó por el alcalde, anciano o autoridad del pueblo. Al instante acudió una persona con cara de pocos amigos, llevando una estaca muy grande. Apenas lo tuvo a tino, Calderón, sin mediar palabra, le propinó un revés al sombrero que aterrizó en el lago, mientras le espetaba en un italiano rudimentario «que a toda autoridad y singularmente a un consejero de la Reyna de España se le habla siempre descubierto», ordenándole acto seguido que echasen abajo el árbol e izasen el pendón del papa. Mientras terminaron la excursión, el pue-blo ejecutó el mandato, se hicieron las salvas y los repiques de campanas, dejándose para más adelante el Te Deum33. 32  AHN.AN, Mendigorría, caja 160/52, Libro de rexistro de causas que se despachan en la Auditoria general de la división espedicionaria á los Estados de la Iglesia. 33  ARAH, Calderón, legajo 9/4437, Terni, 2-8-49 (carta, minuta), Calderón a Narváez. Revista de Historia Militar, 115 (2014), pp. 163-217. ISSN: 0482-5748


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