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REVISTA DE HISTORIA MILITAR 114

28 NICOLÁS AGRAIT CORDERO los cuatro. En el caso que no estuviesen presentes los nobles castellanos, la delegación aragonesa estaba bajo órdenes de no proseguir más allá de Almazán. Segundo, los emisarios debían hacer todo lo posible para que los nobles castellanos se identificasen primero y de esa manera asegurarse de que se estaban reuniendo con los hombres correctos, y solo entonces mostrarían sus credenciales como agentes de Jaime II, y exclusivamente al infante Don Enrique. Teniendo en cuenta que en la Edad Media no se tenía acceso a modernas tecnologías visuales, como las fotografías, este momento era probablemente el más arriesgado de toda la operación. Después, los rebeldes castellanos estaban obligados a entregar una carta sellada a los emisarios aragoneses ofreciendo garantías de sus intenciones —o sea, que estaban dispuestos a luchar contra Fernando IV y tomar por rey a Alfonso de la Cerda— y, si no querían otorgar un escrito, debían hacer juramento en público y después enviar una carta al monarca aragonés afirma ndo que tal ceremonia había ocurrido. Si los nobles castellanos pidiesen permiso para adentrarse en territorio aragonés, los mensajeros les dirían que ya lo tenían y, si exigiesen mayores garantías, se les entregaría una carta secreta de salvoconducto. Sobre todo, las directrices llamaban a la discreción y la calma. En este caso, la reunión se llevó a cabo sin problemas aunque el proyecto de rebelión en sí no dio fruto55. Si es posible ver la importancia de los contactos y comunicaciones secretas para adquirir inteligencia, también hay que tener en cuenta la contrainteligencia, o las medidas tomadas por cada reino para contrarrestar los esfuerzos enemigos y tomar ventaja a su vez. Estas acciones incluyen la captura de espías, como el ya mencionado alfaqueque Pedro Gras; el secuestro de individuos, ya sean civiles o combatientes, que pudieran ser de utilidad; y la interceptación de comunicaciones enemigas, ya sean mensajeros, embarcaciones o documentos. Durante las primeras etapas de su campaña final en 1339, Abū Mālik ordenó a parte de su caballería que corriese hasta Medina-Sidonia y en el proceso capturase cristianos. A través de los pastores y otros individuos que les trajeron sus jinetes, el general marroquí se enteró de que Alfonso XI se había retirado de la frontera y, por consiguiente, decidió que era el momento idóneo para lanzar sus ataques56. De manera similar, tres años después, durante la operación de Algeciras, los adalides al servicio del rey de Castilla capturaron a un caballero musulmán mientras trataba de burlar el cerco cristiano y adentrarse en la ciudad. A pesar de que no parece haber sido un prisionero de muy 55  GIMÉNEZ SOLER, Andrés: op. cit., pp. 268-69, 271-73, docs. 52, 55. 56  Crónica de Alfonso onceno: op. cit., vol. I, p. 299. Revista de Historia Militar, 114 (2013), pp. 11-40. ISSN: 0482-5748


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