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REVISTA DE HISTORIA MILITAR 114

PARA UNA BIOGRAFÍA DE LOPE DE FIGUEROA: NOTAS... 329 las operaciones de embarque procedieron demasiado lentamente (muchos quisieron antes llevar a bordo las mercancías que habían acumulado durante su estancia en la isla: balas de lana, tinajas de aceite, caballos, camellos), así que no estaban aún acabadas cuando, al amanecer del 11 de mayo, la flota turca cayó sobre la hispano-italiana. Los acometidos —oficiales, soldados, marineros— reaccionaron de manera desordenada, víctimas del pánico. Huir, a tierra firme o hacia el mar: esta fue la elección; buena parte de las mercancías fueron echadas al mar con todo lo que podía sobrecargar las embarcaciones, para facilitar la fuga, pero esto no fue siempre suficiente. La flota turca, al inicio temerosa de atacar por las consistentes dimensiones de la enemiga, pudo asaltar galeras y naves sin encontrar gran resistencia y apoderarse de muchas de ellas, matando o cautivando a sus ocupantes. Muchos de los que trataban de ponerse a salvo huyendo a tierra firme fueron masacrados por los djerbinos (a pesar del solemne juramento de fidelidad a España prestado pocos días antes por su jeque). Solo pocas embarcaciones lograron escapar y salvarse. Una parte de la tropa (unos cinco mil hombres, solo en parte útiles para la guerra), conducida por Álvaro de Sande, se refugió en el fuerte —las obras de fortificación habían sido ultimadas— y en algunas galeras que había sido posible defender del ataque; comenzó una valerosa resistencia, dificultada por el calor y la escasez de agua, que empujó a muchos a desertar, a pesar de las sanciones conminadas. A finales de julio, los turcos tomaron el fuerte y las galeras, hicieron estragos con buena parte de los defensores, cautivaron a los demás, y después volvieron triunfantes a Constantinopla, donde la victoria fue solemnemente festejada. Medinaceli, con Doria y otros, había logrado huir del fuerte y ponerse a salvo poco después del 11 de mayo. Ni él, ni Felipe II supieron enviar los socorros, que habían prometido prestar con tempestividad a los sitiados. Fue trágico el balance de la jornada: más de la mitad de la flota apresada o destruida, unos quince mil hombres entre cautivos y muertos (por enfermedad o en combate)136. Entre los cautivos, junto con Álvaro de Sande, se encontraban muchos personajes ilustres, como Sancho de Leyva, general de las galeras de Nápoles, con sus hijos; Berenguer de Requesens, general de las de Sicilia; Juan de Cardona, yerno de este último; Diego de Arnedo, hospitalero y obispo electo de Mallorca; el maestre de campo Bernardo de Aldana, general de la artillería del reino de Nápoles; el joven segundo hijo de Medinaceli, Gastón de la Cerda, que murió en cautiverio. 136  También por lo que concierne a los datos representativos de la derrota (soldados muertos o cautivos, embarcaciones apresadas o destruidas), hay gran variedad de opiniones. Revista de Historia Militar, 114 (2013), pp. 273-384. ISSN: 0482-5748


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