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REVISTA HISTORIA MILITAR EXTRA II 2014

178 GERMÁN SEGURA GARCÍA de solicitar a Luis XIV el envío de tropas francesas para proceder a la ex-pugnación de la plaza. Con este fin, el duque de Berwick llegó a Barcelona en julio de 1714, dando un vuelco final a la situación. Las tropas sitiadoras se elevaron entonces a 40.000 hombres, mientras que dentro de la ciudad ha-bía poco más de 10.000 combatientes, la mayor parte miembros de la milicia de los gremios o Coronela. Todos los hombres mayores de 14 años fueron llamados a la defensa, en la que participaron incluso sacerdotes y mujeres. Las operaciones tomaron entonces un ritmo vertiginoso y, tras intentar varios asaltos que le produjeron graves pérdidas, Berwick decidió detener los asaltos y abrir un buen número de brechas en la parte de la muralla se-leccionada para el asalto, entre el baluarte de Santa Clara y Puerta Nueva. A principios de septiembre, a pesar de las intensas lluvias, las brechas eran del todo practicables –la mayor tenía casi 140 metros de ancho– y el general borbónico ofreció una nueva capitulación a los defensores, «un gesto que me repugnaba –en palabras de Berwick–; no obstante, lo hice para que no se me pudiera reprochar la efusión de sangre»72. La Junta de Gobierno bar-celonesa –formada por representantes del Consejo de Ciento, la Diputación y miembros del estamento nobiliario– decidió resistir a pesar de la opinión del general Villarroel, que presentó la dimisión al considerar que no se te-nían en cuenta sus consejos y que se pasaban por alto las reglas militares a las que estaba sujeto como representante de los ejércitos del emperador en Cataluña. La madrugada del 11 de septiembre se produjo el asalto final a las siete brechas abiertas en los muros de la ciudad. Al escuchar la alarma, Villarroel se dirigió a las murallas para retomar el mando de las tropas y pidió a Ra-fael Casanova –primer conceller de la ciudad– que condujera la coronela al baluarte de San Pedro al objeto de rechazar al enemigo. Ambos fueron heridos en los vaivenes del asalto, perdiendo y retomando posiciones en las distintas obras asaltadas antes de que se solicitara el cese el fuego. Los sitiados se habían defendido con ferocidad inusual, recuperando varias ve-ces los baluartes al enemigo e incluso luchando obstinadamente casa por casa. El Consejo de Ciento publicó todavía un bando para pedir un último esfuerzo a los defensores «a fin de derramar gloriosamente su sangre y vida por su Rey, por su honor, por la Patria y por la libertad de toda España»73, pero cualquier resistencia fue ya inútil porque las tropas borbónicas estaban dentro de la ciudad y no cabía más opción que capitular. Berwick prometió a los defensores sus vidas y que no habría ningún pillaje. Las negociaciones se 72  BERWICK, op. cit. pág. 410. 73  CASTELLVI, op. cit. pág. 441. Revista de Historia Militar, II extraordinario de 2014, pp. 149-182. ISSN: 0482-5748


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