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REVISTA DE HISTORIA NAVAL 129

BáRBARA PALOMARES SáNCHEz Situación de la isla de Nutka, en la costa occidental de Canadá. Archivo del Museo Naval (Madrid), mapa MNM-0003-E-0005. »A las cuatro de la mañana del 27 de Abril murió el sangrador de la fragata, josé jacinto de la Mota, de resultas de haberse sangrado así a sí mismo hallándose con un recio constipado. y a las cuatro de la tarde el Padre capellán D. josé Nava, mi compañero fray Severo Patero y yo le cantamos su vigilia y le hicimos el entierro con la posible solemnidad». A una mentalidad moderna sin duda le chocará este relevante papel asignado a los religiosos en una expedición de conquista. Pero debemos situarnos en aquellos tiempos premodernos, anteriores a la secularización, cuando la religión impregnaba la vida social e informaba los más nimios afanes cotidianos. Los miembros de la tripulación, como todos los españoles entonces, eran devotos cristianos que cumplían escrupulosamente los preceptos rituales que de su fe se derivaban, único modo de sentirse en íntima comunión con Dios. La necesidad de procurarse la misericordia divina se acentuaba en una empresa tan aventurada como la que nos ocupa, sujeta a azares e incertidumbres sin cuento. Los fallecimientos durante estas travesías no eran inusuales —ya hemos visto al respecto el caso del sangrador oficial de la fragata, don josé jacinto de la Mota—, y para aquellas personas de acendrada religiosidad, morir sin antes haber sido oídas en confesión ni recibir cristiana sepultura después era una segura condena al castigo eterno Así pues, la presencia de los religiosos a bordo de las fragatas era imprescindible. y estos, por otra parte, 16 REVISTA DE HISTORIA NAVAL Núm. 129


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