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MEMORIAL INFANTERIA 70

MISCELÁNEA ANTONIO BERETENS Y JUAN TUDÓN, DOS HÉROES DE ULTRAMAR En el continente americano, Santa Fé era la capital del Virreinato de Nueva Granada y entidad territorial del antiguo Imperio español que parecía quedar al resguardo de los ataques enemigos de las costas. Sin embargo la revuelta de «Los Comuneros» de 1781 que había estallado en el municipio de El Socorro puso en entredicho las fuerzas que mantenía España en la que hoy en día es Bogotá. Navio Real Carlos (Museo Maritimo Londres) El levantamiento reveló a las autoridades una indefensión general que nunca se había planteado y motivó un lento movimiento de las tropas hacia el interior para que sofocasen insurrecciones, así como la creación de nuevas unidades como el Regimiento Auxiliar de Santa Fé, bajo las órdenes del virrey-arzobispo Caballero y Góngora. En 1786 la fuerza efectiva alcanzaba los 771 hombres, pero muchos de ellos estaban pendientes de licenciarse, y fue por ello que el virrey mandó a la Península una solicitud de 500 soldados para fortalecer la presencia española en América. En el trasiego de tropas se encontraban dos militares destinados en Nueva Granada; Antonio Beretens, que había ingresado en el Regimiento de Lusitania para luego ser promovido a sargento en diferentes plazas de América y el joven Juan Tudón, un soldado del Regimiento Auxiliar de Santa Fé al cual se le atribuían algunos ingenios. Eran dos personas inquietas que conocían los problemas que surgían de la utilización de la madera en cuarteles y navíos, y conversaban a menudo sobre ello. Los troncos empleados por la Real Armada debían pasar por un largo proceso que a veces se prolongaba varios años o en su defecto se traían de los trópicos para mejorar la robustez de los buques de combate. Batallón Auxiliar de Santa Fe. Uniformidad siglos XVIII y XIX.(E. Gregori) El sargento Beretens, que había regentado junto a su mujer un negocio de venta de tabacos y el soldado de ultramar Juan Tudón se pusieron a experimentar durante sus ratos libres con diversas mezclas para encontrar una imprimación que fortaleciera la madera e hiciera ignífugos a los navíos de la Armada ante una batalla o accidente fortuito.Tras varios intentos dieron con una materia que a modo de betún y mezclada con varios ingredientes hacía que tablones y cuadernas resistieran al fuego. Los mandos superiores destacados en América tuvieron conocimiento de ello y las noticias del otro lado del Atlántico no tardaron en llegar a Madrid, notificando la utilidad de aquel «invento».Se dispuso los permisos de embarque de ambos para un pronto regreso a España y S. M. el Rey Carlos IV ordenó se hicieran las pruebas pertinentes en Cádiz ante una Junta de Generales. Los resultados no se hicieron esperar y después de verificar la certeza de las afirmaciones, se consideró que el betún era idóneo para impregnar los nuevos buques de guerra previniendo incendios y contra la amenazante «bala roja». Los informes llegaron a palacio, y aquel joven soldado y el veterano sargento fueron requeridos en Aranjuez ante la presencia de S.M. el 9 de marzo de 1793,dando 100


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