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TIERRA DIGITAL 32

Cultura vez, pero ya conocido en su necesitado esfuerzo y seguro peligro. Jacinto se acercó a sus hombres y mujeres y les dijo: «tenemos que volver a salir»; y sonrió cuando, viendo sus caras, sólo oyó tres palabras: «a la orden». Con los mismos olores de gasoil, frenada y cartuchería percutida, y los mismos sonidos de cientos de rebotes en los blindados y en el suelo y algún RPG que pasaba por encima de sus cabezas, mientras las ametralladoras de los vehículos batían todas las azoteas. De nuevo, volvieron a cruzar la ciudad y a romper el cerco. Sacaron a todo el personal del edificio del ICDC, pero el alférez Guisado todavía tenía pendiente de recoger a parte de la sección salvadoreña que en la calle se defendía con valor pero que estaba totalmente rodeada. Había que salir de la cárcel con el convoy formado, Jacinto iba en vanguardia y el sargento Lorenzo en retaguardia. Las rampas de los BMR iban bajadas para poder subir sobre la marcha a los soldados salvadoreños, mientras hacían fuego sobre el personal hostil que les atacaba. De pronto, aparecieron dos helicópteros Apache que facilitaron bastante el camino de vuelta. Mientras avanzaban, Jacinto vio caer desde una azotea a un hombre con un cohete RPG en el hombro y que estaba a punto de hacer fuego sobre el convoy. Miró hacia atrás y vio al soldado Monge batiendo la azotea con su ametralladora. «Todos somos uno —pensó—, tengo la mejor sección de Infantería del mundo» y se alegró cuando vio tan cerca la puerta de la base "Al Andalus" de Najaf; por fin estaban otra vez de vuelta en el “balneario”. 78


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