LA NOCHE DE GOES - Teniente de Infantería D. Luis Hurdisan Guillén.

MEMORIAL DE INFANTERIA 75

MISCELÁNEA LA NOCHE DE GOES TENIENTE DE INFANTERÍA D. LUIS HURDISAN GUILLÉN. 111 Soldados de los Tercios Españoles. Camino a Valenciennes. (Clauzel) Han pasado 444 años desde aquello. El pasado mes de octubre se cumplió otra efeméride olvidada por los ingratos españoles, una más entre tantas, que, de haber sido protagonizada por otro país, sin duda conoceríamos todos por multitud de libros, películas, cómics, etc., de la misma forma que conocemos al Rey Arturo (ficticio), a Rob Roy (ficticio) o al general Custer (que no pasó de TCol. y muy medianito). Corría el año de Nuestro Señor de 1572 y las Provincias Unidas, Holanda y Bélgica, o, como preferíamos denominarlas aquí, Flandes, se encontraban en plena rebelión contra una España que, como de costumbre, peleaba ella sola contra medio mundo. Desde agosto la flota rebelde holandesa, los llamados Mendigos del Mar, dirigidos por Peterson Worst, bloqueaban en la costa de Zelanda la desembocadura del Escalda; y al final de la ría, en el norte de la cercana isla de Zuid-Beveland, en la villa de Goes, una Compañía de 150 españoles más 25 soldados valones, dirigidos por el capitán don Isidro Pacheco, resistían como podían, esperando un providencial socorro del duque de Alba, el cerco por tierra de 4.500 calvinistas flamencos y franceses mandados por Jeróme Tseraart, 1.000 luteranos alemanes y 1.500 anglicanos ingleses y escoceses al mando de Humphrey Gilbert y Thomas Morgan. Este ejército de 7.000 protestantes había sido enviado allí por el estatúder holandés Guillermo de Orange para acabar con los 175 soldados del capitán Pacheco que llevaban ya 2 meses aguantando asaltos, cañonazos y falta de víveres para defender una plaza insignificante que ya había sido dada por perdida por el duque de Alba. Al capitán Pacheco no le llegó ninguna orden de abandonar la villa y, en consecuencia, allí seguía. Aferrado a aquella maldita isla con uñas y dientes y esa determinación suicida que ponemos los españoles en las causas perdidas. El duque, sin embargo, había dado instrucciones al maestre de campo Sancho Dávila, apodado en aquellos tiempos el Rayo de la Guerra. Este, viéndose falto de embarcaciones adecuadas y con el paso cortado por los Mendigos del Mar, poco podía hacer. Parecía que la guarnición de Goes, al no haber recibido orden en contrario, defendería la ciudad hasta las últimas consecuencias, que no podían ser otras que la toma de la plaza y la matanza de los supervivientes, pasados a cuchillo. Los holandeses, aunque no se diga por ser políticamente incorrecto, no solían hacer prisioneros más que a personas de calidad, a fin de pedir rescate. Los sitiados, por supuesto, no eran hombres apocados que se dejasen amedrentar. Ya habían hecho una salida y desmantelado una trinchera francesa, haciéndoles una docena de muertos y clavando 2 cañones. En otra ocasión, y ante la falta de provisiones, 20 españoles salieron


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