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BOLETIN IEEE 6

581 las opciones posibles. Los fallos, queramos o no, son inherentes al concepto de inteligencia donde como «juego de suma 0», si falla la inteligencia propia, triunfa, de algún modo, la contrainteligencia del «otro»8. Por lo tanto, podemos entender por fallos de inteligencia «la imposibilidad de una o más partes de la producción de inteligencia a tiempo, ajustada y precisa...»9 sin perder de vista que la producción de una inteligencia «perfecta» no necesariamente deriva en un uso correcto de la misma10. Para tal fin, el encargado de usar esos productos derivados del trabajo de la inteligencia deberá entender para qué vale la inteligencia y las ventajas de su aplicación, pero también los riesgos derivados. Con las fronteras acerca de qué entendemos por fallos de inteligencia algo más claras, podemos comenzar a plantear las distintas líneas de pensamiento al respecto. En términos generales, podemos clasificar los distintos argumentos sobre las causas de los fallos de inteligencia en tres categorías principalmente11. La primera está compuesta por todos aquellos que se centran en la materia prima del proceso, la información. Ya que a pesar de la sobreabundancia de información propiciada por el desarrollo de Internet y de la sobre confianza de las fuentes abiertas (OSINT) la razón más obvia para justificar los fallos de la inteligencia reside en la falta de conocimiento12. Esto se debe principalmente a que en inteligencia las piezas de información disponible, para construirse una imagen sobre un tema y sacar conclusiones acertadas, son ambiguas, incompletas y en ocasiones de dudosa calidad o falsas13. Pero incluso cuando los datos disponibles son correctos, puede que las hipótesis construidas con los mismos no son las más adecuadas. Aquí entraría la segunda categoría que engloba todos aquellos argumentos que afirman que los fallos se derivan de las limitaciones psicológicas de la naturaleza humana y la subjetividad del proceso cognitivo humano14. Errores causados por las estrategias de simplificación mental del ser humano. Es decir, estas limitaciones no son fruto de ninguna predisposición 8 HERMAN, Michael. «Intelligence Power in Peace and War». Cambridge University Press. 1996, p. 221. 9 LOWENTHAL, Mark. «The Burdensome Concept of Failure», en Maurer, Alfred C., Tunstall, Marion D. And Keagle, James M. (eds.). Intelligence: Policy and Process. Boulder, Westview Press, 1985, p. 51. 10 SHULSKY, Abram. Silent Warfare. Washington D.C., Brassey’s, 1991, p. 63. A este respecto ver también «Studies in Intelligence: The Kent-Kendall debate of 1949». World Politics, Vol. 36, N.º 5, 1992. 11 STEMPEL, John. «Error, Folly, and Policy Intelligence». International Journal of Intelligence and Counterintelligence, Vol. 12, Nº 3. 1999, p. 269. 12 LAQUEUR, Walter. World of Secrets The uses and limits of Intelligence. London, Twentieth Century Fund, Weidenfeld and Nicolson. 1985, p. 281. 13 WHALEY, B. Codeword BARBAROSSA, Cambridge, Mass, MIT Press, 1973, p. 171. 14 BETTS, Richard; MAHNKEN, Thomas. Paradoxes of Strategic Intelligence. Frank Cass, 2001, p. 63. bie3 >ĂĞƐĞŶĐŝĂĚĞůĂŝŶƚĞůŝŐĞŶĐŝĂ͗ŚĂĐŝĂƵŶĂĐŽƌƌĞĐƚĂƌĞůĂĐŝſŶĞŶƚƌĞƉƌŽĚƵĐĐŝſŶLJ ĐŽŶƐƵŵŽĚĞŝŶƚĞůŝŐĞŶĐŝĂ 'ƵƐƚĂǀŽşĂnjDĂƚĞLJ ŽĐƵŵĞŶƚŽĚĞKƉŝŶŝſŶ ϱϮͬϮϬϭϳ ϴ


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