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744 elevadas (en torno al 26%) y también figura como uno de los diez países con mayores índices de desigualdad, tal y como señala el índice de Gini2. En mis últimos viajes a la nación arcoíris he ido descubriendo que, progresivamente, los sentimientos no son ya de esperanza sino de pesimismo y cierto temor. La situación no es la que cabía esperar tras el rápido desarrollo de finales de los noventa. Cuatro de cada diez personas no tiene empleo, apenas un tercio de la población tiene acceso a una red de abastecimiento de agua y alcantarillado, aproximadamente uno de cada cinco no tiene acceso a la electricidad, etc. Y si bien en muchos casos se trata de problemas estructurales y de difícil solución, lo cierto es que en la última década Sudáfrica ha reducido su velocidad de crecimiento, y no solo económico, sino también en relación a otros aspectos del panorama social, civil y político; todos ellos factores a considerar de cara a valorar la calidad democrática del país. En cuanto a la calidad de la democracia sudafricana, esta tiene numerosos y profundos desafíos que ha de superar con la mayor celeridad. La democracia, en su forma más simple, es «el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo»3; la democracia se refiere al gobierno de la mayoría o más bien a la institución o estructura que permite que gobierne quien se halle respaldado por una mayoría electoral, pero que lo haga sirviendo a los intereses de todos. Y este modus operandi ha estado deteriorándose en Sudáfrica desde hace ya varios años. Y es que se trata de un país donde el partido gobernante, el Congreso Nacional Africano (CNA), es el dueño y señor absoluto, que hace y deshace a su antojo, y contra el que tan solo se alzan tímidas voces. Es el Gobierno de un partido cuyos líderes originario y presente, Mandela y Zuma, parecen estar separados por un abismo; un Gobierno que convive con la exclusión, pareciendo olvidar su bautismo democrático revestido de panafricanismo, permitiendo y avivando actitudes xenófobas contra otros hermanos africanos; y en el que las personas de raza blanca parecen no tener ya cabida4; un Gobierno que a través de impuestos, nepotismo y políticas discriminatorias 2 En este índice, donde el 100 representa la desigualdad máxima, Sudáfrica figura entre los tres países más desiguales del mundo, según datos del Banco Mundial, con un 63,38. Resulta abrumador el hecho de que en 1993, cuando apenas había finalizado el régimen del apartheid, este índice se situara en 59,33. 3 Palabras pronunciadas por el presidente estadounidense Abraham Lincoln en su célebre Discurso de Gettysburg, pronunciado en la Dedicatoria del Cementerio Nacional de los Soldados en la ciudad de Gettysburg el día 19 de noviembre de 1863, cuatro meses y medio después de la batalla de Gettysburg (en el marco de la guerra civil estadounidense). 4 «White flight from South Africa. Between staying and going». The Economist, 25 de septiembre de 2008. bie3 ^ƵĚĄĨƌŝĐĂ͕͎ƵŶƉĂşƐĂůĂĚĞƌŝǀĂĞŶĞůŶƵĞǀŽŽƌĚĞŶŵƵŶĚŝĂů͍ :ƵĂŶŶŐĞů^ŽƚŽ'ſŵĞnj ŽĐƵŵĞŶƚŽĚĞKƉŝŶŝſŶ ϲϭͬϮϬϭϳ ϰ


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