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ARMAS Y CUERPOS 136

La portada destruida de Monte Arruit. Postal de la época Recogida de restos ante la portada de Monte Arruit. Arch. Grávalos Armas y Cuerpos Nº 136 73 tropas indígenas incluidas, pero debido a los fuertes ataques rebeldes –que ya habían aprendido a combatir ‘a la europea’-, a los altos consumos de municiones y las primeras deserciones de policías y regulares, el general, desconcertado, no tardó en darse cuenta de que no podría defenderse adecuadamente y, tras constatar la debilidad de su posición y varios cambios de planes, ordenó el repliegue a posiciones más retrasadas. Con ello se iniciaba el drama militar de retirarse bajo una fuerte presión enemiga, debiendo transportar un número creciente de bajas, con calor, sin agua y, sobre todo, con la moral decaída y con episodios crecientes de falta de serenidad y disciplina. El general Silvestre desapareció en la confusión del asalto rebelde a Annual y el general Navarro, el segundo jefe de la Comandancia General de Melilla, se hizo cargo del repliegue. Su única opción era continuar retirándose porque la alternativa era el exterminio por las cabilas rebeldes, cuya fuerza numérica, capacidad combativa y propósitos ya se habían manifestado días atrás. Pero en la retaguardia no había posiciones de apoyo ni fuerzas sufi cientes. Tras acogerse sucesivamente a varias posiciones –ninguna de ellas fortifi cada y dotada como para resistir un asedio-, la columna Navarro, tiroteada, iba teniendo más y más muertos y heridos, y también acogía a los restos de las guarniciones y columnas repartidas por el territorio. Resultaba complicado saber cuánta gente estaba retirándose. El 29 de julio la columna de más de 2.300 hombres entró por fi n en la posición de Monte Arruit –a 37 km de Melilla- con cuya guarnición sumaron poco más de 3.000 hombres. Parecía que allí, tras sus muros, podrían defenderse hasta la llegada de refuerzos desde Melilla, pero sólo quedaba una ametralladora útil, 14 cajones de munición, unos 20 caballos y otros tantos mulos; no había cañones porque se habían ido perdiendo en el camino; sólo había víveres para un par de días, y, lo peor, el agua se obtenía fuera de la posición, a unos 500 metros.


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