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MEMORIAL INFANTERIA 77

MISCELÁNEA 79 La tropa embarcó con gran espíritu. Tenía Liniers la facultad de encenderlo en sus hombres. Desembarcaron cerca de la ciudad de Buenos Aires y se les unieron otros patriotas. Gutiérrez de la Concha fue nombrado segundo jefe de la columna. Liniers envía un mensaje a Beresford conminándole a rendirse. Dice que viene al frente de tropas superiores y que sus fuerzas navales dominan ya el mar, exagerando en extremo. Le recuerda los fracasos británicos en El Ferrol, Santa Cruz de Tenerife, Puerto Rico... Beresford le contesta: “El buen nombre de mi Patria y el buen concepto de las tropas que tengo bajo mi mando, me obligan a combatir... hasta el caso que indique la prudencia para evitar al pueblo, calamidades, que nadie sentiría más que yo.” 2º de Miñones En la noche del día 10 de agosto, Liniers simula un ataque contra el centro de la ciudad, pero en realidad condujo sus fuerzas hacia el norte para efectuar el ataque por ese lado. Al amanecer atacan, y los famosos Miñones catalanes, conquistan sus objetivos y rechazan a los que vienen a socorrer a sus defensores. Dentro de esa unidad llamada Miñones catalanes se distinguieron Salvañac, Bufarull, Jaime Ferrer y José Grau. Nos han quedado estos nombres de esa tierra catalana que tantas veces se ha mostrado en vanguardia en la defensa de España. ¡Vivan una vez más los patriotas de Cataluña! Dos cañones de una goleta española desembarcados con idea de abrir una brecha en el fuerte británico, hacen fuego sobre un navío inglés que se ha acercado y dispara sobre los españoles. Un disparo afortunado echa abajo la bandera de uno de los barcos enemigos y ello produce gran alegría, al tomarse por un buen presagio. Al día siguiente, Liniers dirige su ataque contra la Plaza Mayor, centro de la resistencia enemiga. Se ve obligado a adelantar la hora prevista para empezar la acción debido al ardor combativo y la impaciencia de sus tropas. Se avanza por las calles. De todas las casas salen voces de mujeres y niños: “¡Adelante!, ¡Fuego! ¡A ellos!...” de balcones y azoteas, de portales y ventanas, de abajo mismo de la tierra sale un solo vocerío, que grita, que manda, que impone... Todo Buenos Aires combate, cada uno como puede. El entusiasmo es enorme. Los cañones, en vanguardia, son llevados en vilo en sus cambios de emplazamiento... ¡Adelante! ¡Adelante!. Se envuelve la plaza y las tropas penetran por bocacalles. Los cañones británicos han dejado ya de batir de enfilada las calles y se combate con fuego de fusilería y al arma blanca. Liniers, que había dirigido la maniobra general desde una azotea, entra en la plaza, que es un verdadero infierno. Beresford dirige la acción de los suyos desde un edificio, hasta que se ve reciamente atacado en varias direcciones y ordena la retirada hacia el último fuerte. Los ingleses, en su retirada, son cargados por la caballería española, con gauchos. Cuando Beresford vio ya a los nuestros preparando escalas para asaltar el fuerte empieza a gritar, en portugués, para intentar hacerse entender: “¡No fogo! ¡No fogo!”, y ordena el alto el fuego a sus soldados. La muchedumbre da un solo clamor: “¡Al asalto!”. En esos momentos los mismos ingleses arrían su bandera e izan la bandera española. El ayudante de Liniers, el Capitán Quintana, entró en el fuerte y Beresford pide garantías a su rendición. “Las garantías es que se rinde a usted a una nación generosa”, le responde el Capitán, que recibe la espada del inglés. Esta espada se conserva en el Museo Histórico Nacional de Buenos Aires.


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