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REVISTA DE HISTORIA NAVAL 128

LA MARINA Y EL APOSTADERO NAVAL DE LA HABANA DURANTE LA GUERRA... Estrategia y plan general de defensa naval de Cuba y Puerto Rico Aspectos generales del «Plan Estratégico» La misión de la Armada española destacada en Cuba y Puerto Rico durante los años del conflicto cubano fue doble, pues a su habitual encargo de proteger las costas y las aguas territoriales de ambas islas, los buques de la marina mercante nacional y el tráfico comercial marítimo dentro de su zona de actuación, se uniría el necesario en todo conflicto colonial de este tipo, es decir, anular al enemigo —en este caso, los insurgentes y sus posibles aliados externos—, tanto en el mar como en el litoral costero, y ofrecer y dar apoyo de todo tipo a las fuerzas del Ejército que actuaban en tierra. Para llevar a cabo estas importantes misiones, a mediados de 1869 el contralmirante josé Malcampo Monje, a la sazón comandante general del apostadero naval de Cuba, diseñó un «Plan Estratégico para la Defensa Naval de Cuba y Puerto Rico», que posteriormente sería revisado y ampliado por sus sucesores, los también contralmirantes Nicolás Chicarro Languinechea y Manuel de la Rigada Leal. Dicho plan establecía las líneas generales de la estrategia naval a seguir durante el conflicto, que lógicamente estaba basada en los tradicionales y obligados factores: espacio, tiempo y fuerza. El factor espacio, que definía el previsible teatro o teatros de operaciones, ofrecía en Cuba aspectos favorables y desfavorables. Entre los favorables estaba el carácter de insularidad del teatro de operaciones terrestre —básicamente la isla de Cuba—, lo cual permitía no solo su aislamiento marítimo, sino desarrollar el esfuerzo naval en una guerra limitada, cuya zona de actuación será principalmente las aguas restringidas, costeras y de litoral, de las citadas islas, aunque también debiera vigilarse y controlarse toda el área próxima del Atlántico y del Caribe (aguas del estrecho de Florida y Bahamas, de Haití-República Dominicana, de jamaica y de las costas septentrionales de Venezuela y Colombia-Panamá), por donde los insurrectos solían recibir ayudas exteriores. Entre los desfavorables estaba la dificultad orográfica del litoral cubano, desmenuzado en cerca de 4.200 islas, islotes, cayos y bajos arenosos, circundados por aguas poco profundas y erizados de arrecifes, a lo que se debía añadir la multitud de ríos navegables de sus zonas costeras. Esto obligaba a acotar una zona de vigilancia naval muy amplia y compleja, en la que la mayor parte de las veces solo podían utilizarse pequeñas unidades, de poco tonelaje y calado y gran maniobrabilidad. Un último subfactor adverso en este apartado era el de las escasas y muy deficientes vías terrestres de tránsito en la parte oriental de la isla, que hacían las comunicaciones muy lentas, con el agravante de que la mayoría de dicho sector estaba controlado por los insurrectos. De esto se derivó un gran protagonismo de la Marina en todas las operaciones de la guerra (transporte de tropas, desplazamientos internos entre las guarniciones, avituallamientos de las mismas, operaciones contra insurgentes en la costa, vigilancia del litoral, etc.), la mayoría de las cuales debían realizarse por mar y a bordo de Año 2015 REVISTA DE HISTORIA NAVAL 37


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