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REVISTA HISTORIA MILITAR 119

LOS ASCENSOS DE GUERRA (1909-1922)… 61 de Buenavista, pero solo debieron ser las primeras de 1914 y, en cualquier caso, no les negó su firma. Siendo como era Echagüe un general palatino, tal vez fuera más receptivo a las sugerencias sobre recompensas de guerra que le pudiera hacer el joven rey, que no el republicanizante Luque. Revista de Historia Militar, 119 (2016), pp. 61-66. ISSN: 0482-5748 Consideraciones finales En cualquier caso surge una pregunta: ¿cómo es que los ascensos de Cuba y Filipinas, mucho más numerosos, no produjeron una severa reacción corporativa por parte de los oficiales del Ejército y, en cambio, los que Marruecos distribuyó en fecha posterior, claramente más escasos en número, levantaron una dura y ruidosa oposición casi enseguida? No es una pregunta fácil de contestar. No se puede decir que las promociones coloniales de fin de siglo no levantaran ampollas en algunos sectores castrenses. En el otoño de 1897 el excesivo número de recompensas y su falta de equidad eran ya lo suficientemente notorios para que la prensa civil y militar llegaran a hablar de la necesidad de una discreta revisión de las ya concedidas, mientras el descontento se extendía, sobre todo, entre los oficiales subalternos y los capitanes, alguno de los cuales protagonizó graves incidentes en la guarnición de Madrid87. Asimismo, en ambos periodos los profesionales de la milicia sufrieron pésimas perspectivas de carrera; descontrol y favoritismo en la adjudicación de destinos; abultadas amortizaciones y decepcionantes salarios. Todo ello hizo más intolerables los ascensos de guerra y su repercusión en las escalas, aunque debemos reconocer que los salarios padecieron mucho con la inflación desatada durante la Gran Guerra y quizás las amortizaciones impuestas en 1916 por Luque no tuvieron contrapartida en aumentos de plantilla. Sin embargo, nos parece que las últimas guerras ultramarinas fueron el antecedente necesario que dejó listo para estallar el problema de las recompensas en cuanto pasaron los primeros años de paz del nuevo siglo y comenzaron las campañas de Marruecos. Es evidente tam- 87  Es el caso del capitán Borrero de Caballería, hijo de un teniente general. Por lo visto, fue favorecido de manera reiteradamente injusta en Filipinas, en tal grado que cuando volvió a Madrid, a fines de 1897, para ocupar vacante en un nuevo regimiento, sus compañeros se negaron a aceptarle y el coronel del mismo debió ser destituido, lo que causó serio malestar en el resto de las unidades de la guarnición. Un sucinto relato del incidente aparece en La Correspondencia Militar de 1 de diciembre de 1897, p. 1. En El Liberal (Madrid, 1879) de 3 de diciembre de 1897, p. 1, se aboga por la revisión de las recompensas concedidas. En La Época (Madrid, 1849) de 31 de octubre de 1897, p. 3, se advierte de que las armas generales quieren la escala cerrada. Y en La Correspondencia Militar de 1 de noviembre de 1897, p. 1, se plantean reformas en el reglamento de recompensas de guerra que eviten la escala cerrada y el retorno del dualismo.


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