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REVISTA DE HISTORIA NAVAL 132

EL NAUFRAGIO DE LAS FLOTAS DE UBILLA Y ECHEVERS (1715) lles de primera mano del desastre. Indicaba Armenta que tres días después de salir de La Habana, es decir, el 30 de julio de 1715, habiendo entrado felizmente en el canal de Bahamas y alcanzados los 28 grados de latitud, sobrevino un fuerte viento del nordeste que, convertido en huracán, «nos impidió ponernos a la capa por la mucha mar que metía, desarbolándonos. Al no poder resistir nos tiramos a varar en la costa de Florida en la zona llamada el Palmar de Ayx». Afortunadamente, la lancha de la capitana de Echevers, bajo el mando del piloto mayor de la almiranta, capitán Nicolás de Inda, pudo llegar a La Habana y comunicar al gobernador lo sucedido, solicitando bastimentos para los sobrevivientes que se encontraban en tierra, así como medios para el rescate de los caudales de la capitana y la almiranta, que se sospechaba eran accesibles (21). De los once buques del convoy solo se salvó un mercante francés que iba bastante adelantado. Dos se hundieron, siete se estrellaron en los arrecifes de Cabo Cañaveral, y uno de los buques del general Echevers fue puesto por el huracán milagrosamente en tierra, sin sufrir su tripulación daño alguno. Pereció el general Ubilla con un millar de personas, y con las pérdidas se arruinaron comerciantes de Sevilla, Cádiz, Cartagena y Veracruz (22). El gobernador de La Habana, tan pronto como conoció el desastre, envió ocho balandras que se encontraban en puerto y que transportaron a la capital cubana a la mayoría de los supervivientes (23). En el lugar del naufragio solo permanecieron el almirante, don Francisco Salmón, y el diputado real que redactó el informe, con la idea de bucear los caudales. La capitana y la almiranta, que eran los únicos navíos autorizados para transportarlos, se encontraban a tiro de cañón de la costa y a escasas brazas de profundidad, de modo que con buceadores pudo extraerse buena parte del oro y la plata de los mencionados navíos. Comunicaba el diputado que ya se habían transportado a La Habana unos tres millones de pesos de todos los bajeles y quedaba a la espera de 1.800.000 pesos que había dejado en tierra a buen recaudo. Para dar protección al material buceado se montó un almacén, custodiado por un destacamento de soldados para evitar posibles ataques de indios. Pero lo que no esperaban era un ataque de 600 hombres dirigidos por el filibustero jennings, que ante el atractivo botín no dudó en aparecer en escena con dos bergantines y tres barcos longos, tomando sin dificultad 350.000 pesos que se encontraban acopiados (24). De los 14 millones de pesos que llevaba la flota en plata se rescataron más de cuatro. El virrey de Nueva España, duque de Linares, se consideró responsable del desastre en una carta a Felipe V, por haber retenido la flota de Ubilla de forma injusta forzándola a salir en una época no aconsejable (25). (21) Archivo General Simancas (AGS), SM, leg. 392, 258, de 15 de octubre de 1715. (22) Cesáreo Fernández Duro (Armada española, t. VI, p. 125) indica que las flotas salieron el 27. (23) Ibídem. Según el autor, el gobernador envió en su socorro una fragata y siete balandras de corsarios, así como otros buques disponibles. (24) Ibídem. (25) AGI, México, leg. 486A; Indiferente General, leg. 2648. Año 2016 REVISTA DE HISTORIA NAVAL 51


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