Page 61

REVISTA DE HISTORIA NAVAL 132

AGUSTÍN RAMÓN RODRÍGUEZ GONZÁLEZ Ataque a la isla y fuerte de Balanguingui (19 de febrero de 1848). óleo de Antonio Brugada Vila (1804-1863), óleo sobre lienzo, 125 x 193,5 cm. Museo Naval de Madrid, núm. inv.: 532 En cuanto a su armamento, constaba de dos cañones de a 16 libras, en montajes giratorios o colisas, y para las embarcaciones menores (tres botes y una canoa), dos pedreros de a 2 libras y tres esmeriles. Para cargar los de a 16 transportaba 90 balas, otras tantas huecas —comunes entonces como alternativa a las granadas, por su poder de fragmentación— y 21 saquillos de metralla para los cañones, y para los dos pedreros, 150 balas y 60 saquillos de metralla. El armamento portátil comprendía 30 fusiles e igual número de pistolas, sables y cuchillos, así como seis chuzos. En suma, aquellos barquitos, tan novedosos tecnológicamente por un sinfín de razones, eran poco más que unos cañoneros optimizados con la inestimable ventaja del vapor, su relativamente alta velocidad máxima sostenible y su amplia autonomía, insoslayable por las enormes distancias entre las posesiones españolas en el Pacífico y para atender a toda clase de servicios urgentes sin depender de los vientos. Con todo, eran buques formidables en comparación con los que hasta entonces, casi exclusivamente, habían llevado el peso de la lucha contra la piratería: las falúas, grandes botes con dos palos de velas místicas o latinas, diez o más remos por banda, un pequeño cañón de a 8 o de a 6 libras en proa y algunos pedreros en las bandas, y servidos por unos treinta hombres de dotación. Pocos meses después de su llegada a Manila, en febrero de 1848, los tres vapores formaron el núcleo de la expedición organizada contra el nido de piratas de Balanguingui, expedición que, al mando del capitán general del 60 REVISTA DE HISTORIA NAVAL Núm. 132


REVISTA DE HISTORIA NAVAL 132
To see the actual publication please follow the link above