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REVISTA DE HISTORIA NAVAL 132

VICTORIA SOBRE LOS PIRATAS FILIPINOS DEL VAPOR MAGALLANES EN 1857 archipiélago, Narciso Clavería, y del comandante del apostadero, el brigadier de la Armada juan josé Ruiz de Apodaca, constituyó todo un éxito gracias fundamentalmente a los nuevos buques. La precariedad de los medios y las necesidades del servicio Pese a lo planeado, las necesidades eran tantas y tan complejas, y los medios, por novedosos que fueran, tan limitados que fue forzoso distraer a los vapores de la misión fundamental para la que habían sido concebidos. Así lo exponía el comandante del apostadero al ministro de Marina en oficio de 17 de agosto de 1857, tras felicitarse del reciente éxito del Magallanes, cuyo relato se hará seguidamente: «Este hecho, primero que ha ocurrido desde la llegada de los vapores en 1847 se recomienda por sí solo, y no dudo será acogido por VE con entera satisfacción, debiendo llamar la atención de VE sobre la coincidencia digna de notarse de haber ocurrido por haberse celebrado una contrata con la Compañía de vapores Peninsular y Oriental para la conducción de la correspondencia a Singapur y China (Hong Kong) han quedado nuestros buques libres de este servicio y en disposición de ocuparse de su primitivo y especial cometido que es la persecución de piratas» (3). A Ruiz de Apodaca debió de flaquearle la memoria al redactar el oficio pues, como hemos dicho, el bautismo de fuego de los tres vapores tuvo lugar en la exitosa expedición y toma de Balanguingui en 1848, pero lo sustancial de su misiva es la queja velada de que los buques tuvieran que ocuparse en tales menesteres en detrimento de sus decisivas misiones. Por otra parte, confiar en una compañía extranjera, la británica P&O, cuyos servicios fueron realmente inestimables en la época, y no solo en aguas filipinas, pero cuyos intereses coyunturales —los propios o los de la potencia donde tuviera su sede— podrían no coincidir con los españoles, entrañaba un riesgo inmenso. Claro que esta se podría considerar una cuestión menor considerando que el arsenal de Cavite era incapaz, no ya de realizar construcciones, sino ni siquiera de reparar los buques de guerra de alguna entidad destinados en el apostadero, para lo que se dependía de las instalaciones de la colonia británica de Hong Kong, que se ocupaba de las carenas de los mayores. Esto imponía una gravísima dependencia estratégica, con sus inevitables consecuencias en 1898, cuando aún no estaba disponible el dique flotante encargado para Subic, el nuevo emplazamiento proyectado para el arsenal. Pero debemos retrotraernos más de cincuenta años, para tratar del combate, lleno de vicisitudes, que debió afrontar el vapor de ruedas. (3) Archivo General de la Marina Don Álvaro de Bazán, sec. Buques, vapor Magallanes, leg. 1176/464. Año 2016 REVISTA DE HISTORIA NAVAL 61


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