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REVISTA ESPAÑOLA DE DEFENSA 330

perfil cuerdo que estaba en casa preparando una ensalada, me llamó el jefe y me dijo que íbamos a desplegar en Sumatra, que iban a ser diez días, llevar equipo y volver. Al final, fueron casi tres meses. La imagen que tengo grabada es la de sobrevolar la zona y verlo todo arrasado. No sabía que el agua pudiera hacer eso. No quedaba nada. Estuvimos en la zona sur y, con aviones de carga, enviábamos ayuda humanitaria desde las áreas menos afectadas a las más necesitadas. Podría parecer que la labor sanitaria quedó al margen, pero no fue así. El personal —pilotos, mecánicos, seguridad…— estaba metido en un entorno selvático y muchos enfermaron. El cabo primero Francés, junto a una camilla UVI y otra con un sistema de aislamiento similar al que utilizaron para el traslado de los españoles infectados de ébola. —Durante una de sus misiones, tuvieron que repatriar a los miembros del CNI asesinados en Irak… —Aquello fue muy duro. Estábamos en Kuwait y tuvimos que entrar para recogerlos. No sabíamos si estaban muertos o no, de hecho hubo un superviviente. Recuerdo cómo subían los siete féretros al avión y quedaban en la bodega del Hércules, uno al lado de otro. Tengo la imagen de estar con la comandante médico Laura, los dos mirando, completamente descompuestos. No puedes imaginar lo que llega a afectar. Porque cuando estás fuera de tu casa, el compañerismo y la camaradería se incrementan más. Y cuando pasan cosas así… —¿Cuál de todas las operaciones recuerda como la más peligrosa? —Todas han tenido lo suyo. Quizás en Afganistán, cuando asesinaron a dos guardias civiles en Qala-i-Naw. Nosotros estábamos en Herat y nos avisaron para que fuéramos a por ellos. Pero durante el trayecto nos dijeron que la zona era peligrosa, que el helicóptero no podía aterrizar, que regresáramos. Antes de llegar a nuestra base nos volvieron a pedir que fuéramos a por los compañeros, no estaba claro si habían fallecido o no, para traerlos al hospital de Herat. Fuimos y cuando tomamos tierra vimos a un montón de gente que se dirigía a la base española para atacarla. Los zapadores protegieron los helicópteros, despegamos y tomamos dentro de la base. Fue un poco peligroso. —¿Y la más dura? —La repatriación desde Liberia del religioso Miguel Pajares infectado de ébola. Forramos completamente el Airbus con el que fuimos a recogerle, lo convertimos en una UVI; desmontamos asientos y montamos camillas y equipos. Cuando llegamos al aeropuerto, de noche, miramos a un lado y a otro… y allí no había nadie. Hasta que llegó un representante de la embajada y nos dijo que el paciente no estaba, que había que recogerle en Monrovia, a 40 kilómetros. No teníamos ambulancia y empezamos a buscar alternativas para que el paciente viajara lo más cómodo posible. Creamos una doble barrera de aislamiento, nosotros nos pusimos el traje de protección y colocamos otro al religioso. Así pudimos utilizar vehículos normales. Ya en el aeropuerto nos dijeron que teníamos que baldear todo lo que habíamos tocado. Había mucho miedo. Limpiamos hasta la escalerilla del avión por donde habíamos subido al paciente en volandas, porque casi no podía andar. —Usted no tiene una jornada laboral típica… —Estamos siempre disponibles. Incluso, cuando estamos de permiso, tenemos el móvil activado, porque si las bajas que se producen sobrepasan la capacidad de la gente que está de servicio, hay que apoyarles. Es una unidad de especial disponibilidad. —¿Cómo compatibiliza su vida profesional y familiar? —Casi bien. Estamos acostumbrados. Pero cuando salimos fuera, aunque decimos que no nos falta de nada, siempre tenemos carencias. Las medallas que te dan se las merece la gente que se queda, que nunca sabe exactamente como estás. En mi caso, lo llevan bastante bien aunque mi mujer últimamente me dice, ¿pero es que no hay nadie más? El problema es que hay que ir a muchos sitios. —¿Y se llega a acostumbrar? —Sí. En esta unidad, lo normal es tener una maleta hecha. Siempre decimos: duerme cuando puedas, come cuando puedas y trabaja cuando debas. —¿No le gustaría tener un destino más sedentario? —Yo creo que al final me aburriría. Me tendría que desintoxicar. Además, el hecho de estar en este tipo de unidades te hace conocer lo más avanzado de esta especialidad. Trabajamos con sanidad operativa del más alto nivel, tenemos contactos con gente de toda Europa y de Estados Unidos que también hace aeroevacuaciones… Para un sanitario de tropa es el top, donde más arriba puedes llegar. Elena Tarilonte Fotos: Pepe Díaz 50 Revista Española de Defensa Julo/Agosto 2016


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