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REVISTA ESPAÑOLA DEFENSA 328

Banderas, traje y sable de Ali Pasha, comandante en jefe de la flota otomana en Lepanto, de Cecilio Pizarro. Museo del Prado Réplica de la nave de don Juan de Austria, líder de la fuerza cristiana. Liga, no sin haberse luchado con gran tenacidad durante la jornada. Miguel de Cervantes estaba destacado con su hermano y compañero de armas Rodrigo en la galera Marquesa, perteneciente a Doria, si bien navegaba en la escuadra del veneciano Agostino Barbarigo. A éste se le encomendó el ala izquierda cristiana que, costeando la ribera norte del golfo de Patrás, fue la primera en entrar en combate. no quiso perderse tan alta ocasión Antes de llegar a las manos, Miguel se encontraba aquejado de fuertes calenturas y había sido conminado a permanecer bajo cubierta. Sin embargo, el alcalaíno no atendió la sugerencia de sus jefes y solicitó ocupar un puesto de peligro, tan convencido estaba de que era preferible morir peleando que perderse tan alta ocasión. Luchó al fin junto al esquife, donde dio muestras de su valor y recibió varios arcabuzazos, dos en el pecho y otro que le dejó inutilizado para siempre el brazo izquierdo. Al final de la jornada, los turcos habían perdido dos tercios de su flota y 30.000 hombres, mientras que los cristianos liberaron a 12.000 cautivos a cambio de unos 8.000 muertos, 2.000 de ellos españoles. Lepanto dejó patente que los otomanos, hasta entonces intratables en el mar, también podían sufrir severas derrotas si las potencias cristianas actuaban con resolución semejante y aunaban sus fuerzas contra el enemigo común. convalencia y, de nuevo, en activo El hospital de Mesina empezó a recibir a los heridos de Lepanto casi un mes más tarde. Allí fue atendido Miguel de sus heridas, siendo dado de alta en abril de 1572. Se reintegró inmediatamente al servicio en la compañía de Manuel Ponce de León, encuadrada en el tercio del afamado Lope de Figueroa. Con él tomó parte en una nueva campaña contra el turco en Navarino y Modón, principio del fin de la Santa Liga. En 1573, estuvo en la expedición de Túnez, perdida de nuevo al año siguiente, junto a La Goleta. El socorro de esta plaza fue la última acción en la que participó Miguel, no así su hermano Rodrigo, que llegaría al empleo de alférez y moriría en Flandes, en la batalla de las Dunas (1600). Ambos hermanos regresaban a España en septiembre de 1575 cuando la galera en la que viajaban, de nombre Sol, fue capturada frente a las costas catalanas por los corsarios argelinos apostados en sus refugios del sur de Francia. Museo del Prado Rosa Zaba/Museo de Santa Cruz/Catedral Primada (Toledo) Arriba, pendón de Lepanto. Debajo, Pío V en una medalla conmemorativa. Museo Marítimo de Barcelona Empezaba para los Cervantes un penoso cautiverio en Argel, más largo para Miguel, pues las cartas de recomendación que llevaba consigo —y con las que aspiraba a conseguir una patente de capitán— le convertían a los ojos argelinos en caballero principal y su rescate era más que suntuoso. Rodrigo fue liberado al año y medio, pero Miguel permaneció cinco años cautivo y protagonizó cuatro intentos de fuga, a cual más arriesgado. Finalmente, en septiembre de 1580, el padre trinitario fray Juan Gil negoció su rescate y Miguel consiguió regresar a España tras once años de ausencia. Misión en las plazas norteafricanas Desembarcado en Valencia, Cervantes se puso en marcha hacia Portugal, donde se había desplazado la corte de Felipe I para preparar la unión del reino vecino a la monarquía española. Allí, Miguel esperaba recibir algún empleo por sus servicios y presentó un informe de sus méritos. Tan sólo consiguió, en la primavera de 1581, el encargo de ir a Orán y Mostaganem (Argelia) en misión secreta, probablemente con la orden para que los gobernadores de dichas plazas norteafricanas no pusieran en peligro la tregua que se estaba gestando con el turco. 10 Revista Española de Defensa Mayo 2016


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