Page 20

REVISTA ESPAÑOLA DE DEFENSA 326

análisis internacional Las caras del poder en Libia Libia está resquebrajada. Mejor dicho, permanece manipulada por líderes que, de una u otra manera, han logrado reunir bajo su mando una o varias milicias. Las brigadas o qatibas que surgieron con la revuelta contra Gadafi de 2011 han mantenido su capacidad bélica. Sus servicios se ofrecen al mejor postor aludiendo afinidades territoriales, religiosas o, simplemente, monetarias. Y en esta amalgama hay dos figuras opuestas entre sí que se han convertido en los auténticos garantes del poder en Libia al aglutinar bajo su mando las más importantes milicias. Su actitud ante el acuerdo para conseguir un Gobierno de Unidad Nacional va a ser fundamental. Por un lado, el general Jalifa Haftar que actúa como ministro de Defensa del gobierno de Tobruk; por el otro, el presidente del Parlamento de Trípoli, Nuri Abu Sahmin. El primero está al mando de lo que él denomina Ejército Nacional Libio, y que, en realidad, es una heterogénea coalición denominada Dignidad de Libia. Entre sus fieles están la brigada de Zintan (el cuerpo de guardia creado durante la revuelta del 2011 para defender las instalaciones petrolíferas y liderado por el señor de la guerra Ibrahim Jardam) además de buena parte de las Fuerzas Armadas. De izquierda a derecha, Fayez al-Sarraj, designado primer ministro de Unidad, el general Jalifa Haftar, hombre fuerte de Tobruk, y Abu Shanim. En 2014 dio un golpe de Estado con el objetivo proclamado de terminar con la inestabilidad y frenar el avance de los islamistas. Otorgó el poder a la Cámara de Representantes que nombró como presidente a uno de sus más fieles colaboradores, Abdula Al Thini, un militar de carrera (llegó a ser coronel en el Ejército de Gadafi) El general Haftar fue un alto mando del Ejército de Gadafi y en su juventud mantuvo fuertes vínculos afectivos con el dictador (llegó a decir de él que le quería como a un hijo). Se formó como militar en la antigua Unión Soviética y fue uno de los militares que participaron en el golpe de Estado de Gadafi del 69. Pero en 1987, durante la guerra entre Libia y Chad, cayó prisionero junto a medio millar de soldados y Gadafi lo abandonó en manos enemigas. Jamás se lo perdonó. Fuerzas Especiales norteamericanas lo liberaron tres años después, en 1990, y desde entonces Haftar vivió en Estados Unidos. Algunas fuentes dicen que, desde entonces, colabora con los servicios de inteligencia estadounidenses (la casa en la que vivió estaba en Langley, a pocos kilómetros de la sede de la CIA). Lo cierto es que, en este momento, es el principal colaborador de Washington en la lucha contra el Daesh en Libia y controla prácticamente todas las unidades libias (tanto del Ejército como de milicianos) implicadas en la guerra contra el autodenominado Estado Islámico y en la protección de las refinerías y oleoductos. Nuri Abu Shanim, el hombre que controla el parlamento de Tobruk, tiene un pasado apenas conocido. Nació en la ciudad de Zawara, próxima a Túnez, y pertenece a la minoría bereber. Vivió exiliado con su familia hasta la revuelta del 2011. Entonces volvió al país vinculado a las milicias islamistas anti Gadafi (algunas fuentes afirman que tiene el respaldo de los Hermanos Musulmanes). Tras las elecciones de 2013 (en las que resultó ganador el partido al que estaba vinculado) fue designado presidente del Parlamento de Trípoli e impuso la Sharia como ley estatal. Tiene el firme respaldo de las tribus bereberes (y sus milicias afines), además del de la poderosa brigada de Misrata (la más numerosa del país, con más de 15.000 efectivos) y de las milicias islamistas. Y en medio de ambos está Fayez al-Sarraj, designado primer ministro tras el acuerdo del pasado enero pero, a día de hoy, no reconocido por ninguno de los dos. Este hombre, que participó en los primeros gobiernos de transición tras la caída de Gadafi, se enfrenta al complejo reto de nombrar un gobierno de 32 ministros que aúne las tendencias de Trípoli y Tobruk y someta a las milicias a un mando conjunto integrado en unas nuevas Fuerzas Armadas libias. Rosa Ruiz los libios que fueron a combatir a Irak tras la ofensiva estadounidense para derrocar a Sadam Hussein). La quinta es que el Daesh ha encontrado mejores condiciones para su implantación, por la ausencia de gobierno y la falta de bombardeos masivos, que las que hay actualmente en Siria e Irak. Y la sexta y última, pero crucial, es que la abundancia de armamento en el país y la facilidad de financiación con la venta ilegal de petróleo gracias a la complicidad de compañías internacionales que cierran los ojos ante el contrabando de crudo, son un polo de atracción para los nuevos terroristas seguidores del autoproclamado califa Abubeker al Bagdadi. «Lo último que nos hace falta —estima el secretario de Estado norteamericano John Kerry— es un falso califato con acceso a miles de millones de dólares de renta petrolera». Un conglomerado de factores que dificulta mucho la labor de los servicios de inteligencia a la hora de definir a qué terroristas se están enfrentando en Libia. No se sabe exactamente cuántas milicias islamistas se han radicalizado ni si ofrecen su fidelidad a Al Qaeda, al Daesh o a ambos. Además, la porosa frontera que separa los desiertos libios de Argelia y Túnez por un lado, y Egipto por el otro, han permitido que células del 20 Revista Española de Defensa Marzo 2016


REVISTA ESPAÑOLA DE DEFENSA 326
To see the actual publication please follow the link above