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REVISTA DE HISTORIA NAVAL 134

ENRIQUE TAPIAS HERRERO eran inumerables, y a la vez sufría su primera humillación al frente de la Marina tras el desastre del desembarco en la costa argelina de Gigeri. Desde 1665, su hijo jean-Baptiste Seignelay, marqués de Seignelay, pasaba a auxiliarle en temas marítimos. Para consolidar su formación, marcha a Italia, Holanda e Inglaterra, a fin de estudiar planos de puertos y arsenales y el trabajo de los oficiales. La tarea de padre e hijo resulta impresionante, al igual que la de Le Tellier y su hijo Louvois en el Ejército (48). En 1667, Abraham Duquesne (1610-1688), uno de los marinos más brillantes de la Armada francesa, había sido nombrado teniente general de las Armadas. Buen marino, embarcado desde niño con su padre, navegó primero como corsario, para pasar luego a servir en la Armada sueca. Sin embargo, sus orígenes protestantes le crearon numerosos problemas, pues la sinceridad de su conversión al catolicismo suscitaba recelo, incluso en la Corona (49). Colbert, no obstante, reconocía su maestría marinera en 1669: «Il est fort habile et le plus expérimenté capitaine». Su enfrentamiento con otro de los mandos destacados, DʼEstrées, perjudicó a todas luces la evolución de la Marina francesa. El programa de construcción pretendía entregar 120 navíos, de los que setenta y dos portarían cincuenta o más cañones. La flota, en 1670, se aproximaba a las cien unidades, sin contar fragatas y corbetas. Pero la artillería era claramente inferior a la inglesa en alcance y precisión. y, como todo lleva su tiempo, cuando estalla la guerra con Holanda (1672-1678), la flota no estaba completamente operativa (50). Diez años de trabajo en los asuntos navales permitieron alcanzar una flota de 196 navíos, y seis años más tarde, en 1677, 270 con 30 galeras. Sin embargo, la guerra con Holanda mostrará varios puntos débiles en la joven flota francesa, buena parte de cuyos navíos daban la talla en cuanto a solidez, pero eran manifiestamente más lentos que los holandeses. Además, sus dotaciones no estaban lo bastante adiestradas, y sus mandos navales, salvo excepciones, dejaban mucho que desear. El reclutamiento de las tripulaciones era una laguna logística irresuelta, como bien advirtió el embajador holandés, quien en vísperas de la guerra con Francia anuncia a su gobierno que los franceses carecían de tripulaciones con que dotar cuarenta de sus navíos de línea (51). ¿Cuál era la causa? ¿La falta de marineros, o la deficiente organización del reclutamiento? Un sistema de inscripción marítima implantado por Colbert de Terron daba sus primeros pasos en algunos lugares, para poder contar con dotaciones cualificadas. Pero lo que en verdad retraía a los potenciales tripulantes eran los bajos salarios y la desconfianza acerca del trato que recibirían a bordo; y si bien jean-Baptiste conseguirá mejorar las condiciones ofrecidas, no lo hará en la medida suficiente. Así pues, en plena guerra con Holanda se deben tomar medidas drásticas para resolver la carencia, cerrando los puertos para organizar levas, a la (48) MURAT, I.: op. cit., p. 282. (49) Ocho navíos franceses han portado su nombre hasta la fecha. (50) AUBERT, G.: op. cit., pp. 311-313. (51) LA RONCIèRE, C : op. cit., p. 136. 26 REVISTA DE HISTORIA NAVAL Núm. 134


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