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REVISTA HISTORIA MILITAR EXTRA BERNARDO GALVEZ

156 AGUSTÍN GUIMERÁ RAVINA táculo. Además, como jefe militar, sabe que en una campaña hay que paralizar la voluntad del enemigo y no la propia, llevando a cabo lo aparentemente imposible. Se debe mantener el impulso de la expedición. En resumidas cuentas, es consciente de la naturaleza efímera de la oportunidad que tiene en sus manos de conquistar definitivamente Panzacola, de conseguir la revancha sobre los británicos, orgullosos de su superioridad naval, y vengar las humillaciones sufridas por España en la guerra de los Siete Años. Entonces asume con valentía y resolución un riesgo, un verdadero desafío a su subordinado, el capitán de navío Calvo. Tiene que levantar la moral de la tropa con su ejemplo personal. Debe resolver por si mismo la incógnita. Debe exteriorizar su liderazgo ante todos, restaurar su autoridad y la confianza de sus subordinados, expectantes ante el resultado final de las conversaciones entre aquellos jefes que los han traído hasta aquí. Como un líder pasional, se juega ahora todo a una sola carta, exponiendo sus defectos y virtudes en público. La puesta en escena es digna de una obra teatral, muy propia del Antiguo Régimen. A primera hora de la mañana del 18 de marzo, envía a Calvo una bala de treinta y dos libras –la de mayor calibre que posee el enemigo-, disparada por el fuerte de Barrancas Coloradas y hallada en la isla de Santa Rosa. La nota adjunta forma ya parte de la leyenda de Gálvez15: “El que tenga honor y valor que me siga. Yo voy por delante con el bergantín Galveztown para quitarle el miedo.” Lo que sucede después es ya historia. Con su bergantín personal, una balandra y dos lanchas cañoneras –que Calvo había previamente puesto bajo el mando exclusivo de Gálvez-, el general se coloca en la toldilla de su buque, junto a la bandera, enarbolando su insignia de grado y haciendo el saludo reglamentario al enemigo -15 cañonazos-, como si fuese una visita de cortesía a un puerto no hostil. La flotilla atraviesa rápidamente la boca de la bahía, en el canal más alejado del fuerte británico, que dispara 28 cañonazos y provoca averías en las jarcias y velas del bergantín. Pero las embarcaciones arriban a la bahía sin mayores daños. Las tropas desplegadas en la isla de Santa Rosa prorrumpen en vítores ante la hazaña de su jefe, echando al aire sus gorros. El entusiasmo es general. 15  Ibídem, pág. 87. El marino montó en cólera, insultando a Gálvez en unos términos muy fuertes. Revista de Historia Militar, I extraordinario de 2016, pp. 156-166. ISSN: 0482-5748


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