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REVISTA DE HISTORIA NAVAL 135

a los diferentes tipos de buques. Además, contiene otras seis láminas a hoja completa, identificadas por su título y que siguen la tónica de las anteriores (8). En esta primera parte, Monleón aborda un detallado estudio acerca de la propulsión a vapor, desde sus inicios hasta pocos meses antes de su fallecimiento, acaecido en 1900, de modo que ciertas láminas aún alcanzan a recoger algún buque que entró en servicio a finales de 1899. El estudio arranca con el análisis semántico de la voz «vapor», y continúa con los primeros intentos de aplicar este a la propulsión de los barcos; y así, en una lámina se recoge el primer ensayo de este género, realizado por el inglés Jonathan Hulls en 1736, al que siguen los distintos experimentos llevados a cabo hasta llegar a la propulsión por rueda, tecnología que alcanzaría su plenitud en los grandes trasatlánticos de mediados del siglo XIX y en los vapores que peinaban las aguas de los grandes ríos de Estados Unidos y la India, algunos de ellos aún empleados hoy con fines turísticos. Los buques militares con propulsión de rueda en Inglaterra, Francia y España también tienen cabida en esta sección. Sigue el autor con una exposición sobre los inicios y la evolución de la propulsión con hélice, destacando cómo se solventaron los problemas que suscitó la adaptación de esta a los navíos de vela. Luego le llega el turno a la evolución del blindaje de los buques, desde las primeras baterías flotantes hasta los acorazados de finales del siglo XIX, pasando por la aparición del Merrimack y el Monitor en la Guerra de Secesión norteamericana. Se cierra esta primera parte con las «elucubraciones de los ingenieros navales», como denomina el autor a los inventos en relación con los buques. Por último, queremos advertir al lector de que, como indicamos antes, el Apéndice que sigue está transcrito sin alteración alguna, manteniendo los errores en que el texto original incurre a veces al citar topónimos, antropónimos o nombres de buques. Solo hemos corregido gramaticalmente el texto cuando, de no hacerlo, este puediera llevar a confusión al lector, y tales correcciones aparecen señaladas con el correspondiente «sic». Hemos normalizado, no obstante, la acentuación ortográfica, ciñéndonos a las reglas vigentes en el momento en que se redactó el texto. En cuanto a las llamadas de nota, las que figuraban en el texto original aparecen, como de costumbre, con números arábigos, mientras que las correspondientes a aclaraciones de los editores van señaladas con letra. Fernando GONZÁLEZ DE CANALES Madrid 2016 (8)  recogidas en el anexo de este suplemento. AÑO 2016, SUPLEMENTO N.º 24 A LA REVISTA DE HISTORIA NAVAL. Núm. 135 13


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