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REVISTA DE HISTORIA NAVAL 135

ANTONI PICAZO I MUNTANER para favorecer el comercio con zonas estratégicas, como Siam o, especialmente, japón, y superar así el caótico momento económico. La dialéctica entre estas dos visiones, entre estas dos concepciones de la presencia hispana en Asia, se saldó con el triunfo parcial de la segunda, pues el tráfico de mercancías fue el eje de la política de la Monarquía en el archipiélago, si bien el comercio de este se limitó a Nueva España y, por extensión, a toda América. Ello condujo a una política mercantilista muy reglamentada, excesivamente rígida, alejada por completo de los intereses de los mercaderes tanto de Filipinas como de Nueva España —e incluso del Perú— y, por supuesto, muy lejos de aquellas implementaciones que realizaron y desarrollaron las grandes compañías europeas asentadas en la zona —que utilizaron inversores pertenecientes a la élite nativa—. Pero el bando «imperialista» también consiguió imponer, parcial y pasajeramente, sus puntos de vista, plasmados en algunas campañas ejecutadas con éxito que, no obstante, serían olvidadas tiempo después. En ellas participaron activamente una serie de personajes, los verdaderamente «primeros de Filipinas», que ofrecieron sus servicios de armas a la Corona y consiguieron en aquellos lejanos mares triunfos espectaculares, como la conquista de las islas Molucas o la ya señalada ocupación de Isla Hermosa. En la peripecia de algunos de ellos, pertenecientes a la familia Azcueta Menchaca, vamos a adentrarnos, centrándonos especialmente en Cristóbal Azcueta, almirante y general. Cristóbal de Azcueta Cristóbal de Azcueta fue uno de los primeros militares que llegaron a Filipinas y que posibilitaron la conquista íntegra del archipiélago. Azcueta estuvo casado con Ana de Salazar, hija de juan de Salazar y María Bermúdez de Villavicencio, que se hallaban entre aquellas primeras familias que, procedentes de Nueva España, poblaron las islas tras la conquista de Legazpi —por más señas, arribaron al archipiélago en el segundo viaje de aquel—. De este matrimonio nacieron varios hijos, entre ellos Diego de Azcueta, que más tarde serviría con su padre como militar en los presidios de las islas Molucas, esencialmente en Ternate. Como muchos otros soldados de Filipinas, Cristóbal de Azcueta no solo fue un soldado del rey —le sirvió en los numerosos conflictos de toda aquella región, desde la lucha contra la resistencia de los naturales de la tierra hasta las medidas tomadas ante el temor a una invasión japonesa, pasando por los combates contra los holandeses o el apoyo a la India portuguesa—; también fue encomendero, político y mercader, aunque su faceta prevalente fuera la de combatiente. A la sombra de todas estas dedicaciones iría tejiendo una enorme y extensa red de poder, red que en las islas desarrollaría unas peculiaridades propias, toda vez que el comercio con las provincias y reinos circunvecinos era importantísimo para la conservación de la tierra y para que los colonos hispanos pudieran gozar de un estatus elevado. 46 REVISTA DE HISTORIA NAVAL Núm. 135


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