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REVISTA DE HISTORIA NAVAL 135

AL SERVICIO DE LA CORONA. SOLDADOS DE MAR Y TIERRA EN FILIPINAS: EL ... Cristóbal de Azcueta Menchaca (1) estuvo en activo como soldado durante veinticinco años, hasta morir en acto de servicio cuando el gobernador juan de Silva lo envió en misión a la India y su barco desapareció junto con toda su tripulación. A lo largo de su trayectoria como militar fue ascendiendo de alférez a capitán, de capitán a almirante y de almirante, por último, a general, cumpliendo siempre sus obligaciones de una forma más que ejemplar. Entre sus hechos de armas más significativos podríamos destacar la colonización y control de Filipinas, de la que Azcueta nos legó una interpretación un tanto particular, pues para él la conquista de las islas se debió, ante todo, a la buena reputación que tenía la nación española, «que sin esto no se hubiera conseguido nada» (2). También cabría destacar su participación en la campaña de 1598 para asegurar el puerto de Capul, al sur de Luzón —que controlaba el paso del estrecho del mismo nombre, por donde generalmente pasaban las naves que se dirigían a Nueva España (3)—, al mando de una compañía con la que consiguió una victoria rápida y determinante. Pero su hecho de armas más y mejor reconocido fue su entrega en la defensa de Manila durante la revuelta de los sangleyes en 1603, sin desmerecer la conquista de las islas Molucas, efectuada en 1605 bajo las órdenes de Pedro de Acuña. Tras todos estos éxitos, y percibiendo que Azcueta ofrecía un perfil adecuado para ocupar un cargo de mayor importancia en esta área estratégica y económicamente vital, el gobernador De Silva le nombró maestre de campo del presidio de Ternate. Será durante esta etapa cuando capture una nave holandesa con toda su tripulación, acción en la que se incautó de documentos muy importantes. También fue capitán del galeón de Acapulco que en 1595 viajó a Nueva España. Antes de iniciar su regreso, el virrey, Luis de Velasco, le nombró almirante, rango con el que comandó el galeón San Felipe, que pocos años después naufragaría en las costas japonesas. En 1609 doblegó la resistencia de los naturales de la costa de Mindanao, a los que los españoles denominaron «indios pintados» debido a los numerosos tatuajes que lucían por todo el cuerpo. En 1607, tras la muerte de Agustín de Arceo, Cristóbal de Azcueta envió una petición donde solicitaba que se le nombrase maestre de campo de Filipinas, para lo que alegaba, entre otros méritos, sus importantes acciones ante la sublevación de los sangleyes, especialmente en las jornadas del fortín de San Pablo y de Batanga, hechos narrados por Antonio de Morga y que muchos de sus compañeros de armas calificaron de verdaderamente heroicos, tal como recoge Cesáreo Fernández Duro: «… pasados quince días, salió de nuevo el capitán Cristóbal de Azcueta Menchaca con 200 españoles, soldados y (...) (1) AGI, Indiferente 111, N.134. Méritos de Diego de Azcueta y Menchaca. (2) Ibídem, f. 5. (3) AGI, Filipinas 20, R.3, N.29. Carta de juan Tello y Aguirre, general, a Rodrigo de Vivero, gobernador de Filipinas, sobre la pérdida de la nao capitana, cerca de Capul, 20 de julio de 1608. Año 2016 REVISTA DE HISTORIA NAVAL 47


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