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AEROPLANO 34

Piper Comanche de la 4ª Escuadrilla en el Museo de Aeronáutica y Astronáutica. SH-3D de la Armada Española. que asistimos tanto pilotos experimentados en posesión del título de comandante de lucha antisubmarina, como seis tenientes pilotos de nueva incorporación y los aspirantes a TACCOs. La experiencia de este primer curso fue inolvidable, pues gracias a él tuvimos ocasión de conocer las instalaciones del arsenal de Cartagena, los simuladores de submar inos de la clase “Agosta” y lo más atractivo de todo, la oportunidad de navegar a bordo de unidades navales, tanto de superficie como submarinas. A estos efectos nos embarcamos en el buque “Jorge Juan”, uno de los cinco destructores entregados por la Navy a la Armada Española conocidos como “Los cinco Latinos”, en alusión a un grupo musical argentino, cuyo auge en España coincidió con la incorporación de estos magníficos y esbeltos barcos mediada la década de los 50. En un espléndido día de mar presenciamos la intensa actividad que se desarrollaba en el COC (Centro de Operaciones de Combate), la maniobrabilidad del barco y su capacidad de contribución a la lucha antisubmarina. Pocos días después nos embarcamos en el “S-31”, el “Almirante García de los Reyes”, una versión modernizada de submarino de la clase “Fleet Snorkel”, conocida como GUPPY, apodado “Treinta y único”, por ser distinto a los otros cuatro submarinos que componían la flotilla. Si inolvidable fue nuestra visita al “Jorge Juan”, no lo fue menos nuestra jornada a bordo del “S-31”. La experiencia de la inmersión no estuvo suficientemente recreada por Julio Verne en su novela “20.000 leguas de viaje submarino” por la simple cuestión de que no tuvo ocasión de vivirla y, sin ánimo de dramatizar, la impresión que experimentamos a medida que íbamos desapareciendo de la superficie del mar fue indescriptible. Tan solo decir que el efecto de las olas dejó de tener influencia en nuestra navegación, y el silencio más absoluto se adueñó de la nave cuando era impulsada por los motores eléctricos alimentados por las potentes baterías. Fue así como entendimos las quejas frecuentes de los submarinistas en Harrier AV-8 junto a una fragata clase F-100. 132


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