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REVISTA DE HISTORIA NAVAL 137

GUADALUPE, 1496: UN ASALTO ANFIBIO PIONERO Y SU ECO EN LA CARTA A... nos avistaron en la costa gran cantidad de indígenas en son de guerra. El Almirante ordenó armar las tres barcas de las carabelas para atacarles, ya que «no era razón dejarlos en aquella osadía sin pena, porque otra vez no se atreviesen ansí». Según Bernáldez, los de las barcas se acercaron a la costa y dispararon sus ballestas (no menciona bombardas) contra los jamaicanos, que empezaron a atemorizarse. Los castellanos desembarcaron, siguieron disparando y soltaron un perro de combate que terminó de poner en fuga a los indígenas. Al día siguiente, una embajada de seis de estos bajó a la playa y pidió paz. Si se combina el relato de Cuneo con el de Bernáldez, resulta un desembarco anfibio realizado por tres lanchas armadas con ballestas y bombardas. Este uso de artillería naval en embarcaciones ligeras de desembarco es una innovación remarcable que anticipa la táctica que aplicaría el mismo Colón en Guadalupe dos años más tarde. Es importante hacer notar que, además, la batalla de Jamaica es anterior en unos cuantos meses a la mencionada de Rapallo, que pasa por haber sido el primer combate anfibio con apoyo de artillería naval de la historia. La batalla de Guadalupe de 1496 según las fuentes colombinas La batalla que ocurrió en Guadalupe en 1496 se conocía hasta ahora solo por tres fuentes, muy relacionadas entre sí: la Historia del Almirante de Hernando Colón (14), la Historia de las Indias de fray Bartolomé de Las Casas (15) y las Décadas de Antonio de Herrera (16). Las dos primeras debieron de basarse para este episodio en un mismo relato, hoy perdido, del propio Cristóbal Colón, si bien presentan entre sí pequeñas variantes. La crónica de Herrera está basada casi íntegramente en la versión de Las Casas, aunque aporta un interesante detalle adicional. En esta sección se seguirá principalmente la narración del dominico, añadiendo los detalles proporcionados por don Hernando y por Herrera cuando sea preciso. El 10 de marzo de 1496, las carabelas Niña y Santa Cruz, al respectivo mando de Cristóbal Colón y Juan Aguado, zarparon de La Isabela (en La Española) para emprender el viaje de regreso a Europa. Aguado había llegado a la isla seis meses antes con cuatro carabelas, que se hundieron en el puerto a causa de un huracán junto a otras dos naves allí presentes. La Santa Cruz fue construida en La Isabela con los materiales rescatados de este naufragio. A bordo de la Niña y de la Santa Cruz iban «doscientos y veinte y tantos hombres y más treinta indios» (don Hernando da el dato de «225 cristianos y 30 indios», entre los cuales se hallaba el rey Caminabo), si bien no todos los cristianos estaban en condiciones de luchar, porque varios iban enfermos. Los (14)  COLÓN, caps. LxII y LxIII. (15)  LAS CASAS, cap. CxI, pp. 453-455. (16)  HERRERA Y tORDESILLAS, libro III, pp. 81-82. Año 2017 REVISTA DE HISTORIA NAVAL 45


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