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REVISTA DE HISTORIA NAVAL 137

UNA FRAGATA DE LA REAL COMPAÑÍA DE FILIPINAS EN EL OCASO DE UN .... Travesía y problemas con la carga en Lima La navegación desde la Península hasta Lima fue «breve y feliz» según los oficiales de la nave, gracias a su «dirección y pericia» y «sin embargo de que su apero no ha correspondido enteramente a nuestro esfuerzo» (48). Ciertamente el trayecto se hizo en un tiempo récord: 107 días. Se acercaba a los 83 empleados por la escuadra de Asia de don Ignacio María de álava (Cádiz-El Callao), los 84 de la fragata María en 1796 (Cádiz-Concepción de Chile) y a los 97 del ballenero inglés William en 1791 (Londres-El Callao). Sin embargo, el mérito era atribuido por el teniente José de Moraleja a «un puro efecto del oportuno favor, bondad y constancia casual de los vientos y, en alguna parte de las buenas propiedades del Santo Domingo». Para el oficial, el «citar como argumento de su pericia» tal rapidez era «impertinente» (49). Sea como fuere, esta apacibilidad fue trastornada debido a dificultades de tipo administrativo a su llegada a El Callao, puerto en el que fondeó el 24 de abril de 1802. La primera tenía que ver con parte de los bienes transportados. La manufactura de ciertos «tercios de pañuelos de hilo», de algunos «medios paños» y de «108 docenas de pares de medias de seda para hombre y mujer» era evidentemente extranjera, viniendo como géneros españoles en la documentación de la Santo Domingo de la Calzada. Dichos «efectos, al reconocerlos en la aduana de Lima, adonde iban destinados, se declararon por de fábrica extranjera (…) habiendo determinado en consecuencia aquella Junta Superior de Real Hacienda la entrega de todos los efectos al comisionado de la Compañía (…) afianzando su importe hasta la determinación de S.M.» (50). La explicación, en este caso, era sencilla. Los productos, «aunque extranjeros en su origen, fueron comprados de presas hechas por los franceses en pública almoneda celebrada en San Sebastián y Pasajes con asistencia de los ministros de la Real Hacienda, habilitados por esta razón al comercio nacional y en concepto de tales embarcados por la Compañía». El nivel de detalle de las explicaciones de la Compañía llegaba a identificar hasta el nombre de los buques apresados: el «bergantín Dublín, apresado por el corsario francés La Revange» y «la fragata americana la María de Charleston, apresada por el corsario francés el Determinado», ambos conducidos a Pasajes (51). En vista de estos argumentos, el ministerio dio por buena la carga y ordenó liberar los efectos con el pago de las tasas, como si de géneros nacionales se tratase (52). Lógicamente, para cuando llegaron las órdenes de Madrid, la Santo Domingo había partido ya de Lima. Mucho más seria fue la otra peripecia peruana de la fragata: «… urgiendo su salida para Manila con la mayor brevedad, su capitán y pilotos se resistie- (48)  AGMAB, Expediciones a Indias 32. Oficiales de la Santo Domingo al marqués de Avilés, virrey del Perú, 10 de mayo de 1802. (49)  Ibídem, José de Moraleja a tomás Ugarte, 12 de mayo de 1802. (50)  AGI, Filipinas 990. Avilés a Soler, 28 de febrero de 1803. (51)  Ibídem. Certificación de don ángel Antonio de Quintana, s.f. (52)  Ibídem. Soler al marqués de Avilés, 14 de febrero de 1803. Año 2017 REVISTA DE HISTORIA NAVAL 91


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