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REVISTA HISTORIA NAVAL 138

LAS GALERAS DE CARTAGENA DE INDIAS (1578-1624) tlánticas era vital, y aprobaron un memorial que expresó el incumplimiento de la sexta condición del primer servicio: la consignación anual de 400.000 ducados, de los dieciocho millones que aportaría el reino, para que el prior y los cónsules de Sevilla sostuvieran en el océano una armada de cincuenta navíos bien armados al mando de don Luis Fajardo (12). Si bien el gobierno de Felipe III (1598-1621) se inició con un gran ímpetu reformista, los intentos por dotar a la marina española de capacidad suficiente para hacer frente a sus adversarios en los mares carecieron del necesario sustento financiero, y la proyectada Armada de Barlovento y la Carrera de Indias se pospuso repetidamente en favor del enfrentamiento contra los rebeldes de los Países Bajos, al que siempre se otorgó prioridad. La escuadra de Tierra Firme Las galeras de Cartagena de Indias eran el único medio ofensivo desde Veragua hasta el cabo de la Vela. Como Cartagena no poseía un sistema de fortificaciones desarrollado (13), la escuadra debía sumarse a su protección. Por su gran movilidad, esta fuerza debía castigar a piratas, corsarios y cualquier amenaza que se cerniera sobre Tierra Firme. En un estado ideal, era el primer nivel defensivo. Sin embargo, al igual que la Carrera de Indias en general, estas embarcaciones fueron uno de las tantas necesidades sacrificadas en aras de la reputación dinástica ―a la que era consustancial la hegemonía europea―, como intentaré esbozar. La fortificación, al menos durante el plan defensivo impulsado por Felipe II, se concentró en los puntos vitales del comercio atlántico y los enclaves de apoyo, las llamadas «llaves» (La Habana, Puerto Rico, Panamá, Portobelo, río Chagres y Cartagena de Indias) (14), principalmente en el Caribe. El sistema de fuertes y guarniciones se reforzaría con el apoyo por mar de galeras, para asegurar la prevención de asaltos. Además de esta función, se esperaba que la escuadra controlara el comercio directo (15) o contrabando, haciendo efectivas las pretensiones peninsulares de monopolizar el comercio con bolsas de los vasallos pasaron a sostener la deuda regia. Solo se cobraron en los territorios peninsulares castellanos. Esta entrada extra en la Hacienda Real fue uno de los medios más importantes por los que la Corona logró amasar montos adicionales para sostener la maquinaria del Estado y sus obligaciones. GELABERT, pp. 13-15 y 30-44. (12)  MARTÍNEZ CARDÓS, p. 290. (13)  ZAPATERO, 1979, p. 204; SEGOVIA SALAS, p. 83. (14)  Concepto utilizado por Carmagnani y Romano en el que se propone que el contrabando fue en realidad una transacción comercial en la que se obvió el monopolio sevillano como intermediario entre los productores europeos y los mercados americanos. CARMAGNANI, pp. 160-287. También podría referirse «nuevos cruces», expresión acuñada por VILA VILAR, pp. 41-101. (15)  Sobre poliorcética castellana en el Nuevo Mundo, véase ZAPATERO, p. 323. Año 2017 REVISTA DE HISTORIA NAVAL 29


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