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REVISTA GENERAL DE MARINA OCT 2017

TEMAS GENERALES tanta gente y en cama tan dura. Deleita ver, al salir del sol, rebullirse los dormidos en diferentes posturas. Como de tan varias partes, son todos de varios humores, y casi todos, correos de extrañas nuevas, con que en particular se entretienen las horas del estorbo con menos pena» (35). Como vemos, parece ser que este último tráfico era objeto de un monopolio, ya que les estaba prohibido a las naos ordinarias. Además de las relaciones entre las dos ciudades, hay que tener en cuenta que, prácticamente durante cinco o seis meses, las flotas se encontraban desperdigadas por todo el estuario. Naturalmente tal diáspora imponía un activo ir y venir de hombres y mercancías que el transporte por agua, más que cualquier otro medio, era capaz de mantener. Y ¿cómo eran estos barcos? El medievalista Eduardo Aznar Vallejo ha estudiado bien su tipología (36). También gracias a los protocolos notariales analizados por Enrique Otte conocemos las características y funciones de los barcos sevillanos. En cuanto a sus dimensiones y según estos dos autores, la eslora oscilaba entre los 31 y 11 codos, lo que en términos actuales serían 17- 11 metros. Tenían una considerable capacidad de carga, ya que aprovechaban la mayor parte del vaso. El remolque a la sirga Si la embarcación se encontraba en el río y no podía permitirse el servicio de galeras, quedaba el método de ir halando el buque «a la sirga», es decir, tirar de él desde una o ambas orillas. Pero es preciso señalar que si bien este tipo de arrastre desde tierra se practica (incluso hoy día) en bastantes ríos, esclusas o canales porque cuentan con caminos debidamente preparados, este nunca fue el caso del Guadalquivir. Además, la naturaleza de su suelo, que solía ser fango, hacía todavía más difícil este duro trabajo. El buque al ser sirgado requería que parte de sus propios tripulantes tuviesen que saltar a tierra. No sería extraño, pues, que esta ocasión fuera aprovechada por estos para desertar, evitando así el resto del viaje trabajando a bordo y, sobre todo, la Aduana (37). A pesar de sus dificultades, este sistema alguna vez pudo emplearse, por lo menos para pasar los tornos o recodos más difíciles en momentos donde remolcar al buque con la lancha resultaba impracticable. (35) PEREYRA, Carlos: «El Guadalquivir en la Historia de América», en Revista de Indias, núm. 1, 1940, pp. 29-30. (36) AZNAR VALLEJO, Eduardo: «Barcos y barqueros de Sevilla», en Revista Historia, Instituciones, Documentos, núm. 21, 1994, pp. 1-11. (37) Existe un caso que, por limitación de este trabajo, no añadimos. A. G. I., Justicia, 73. 2017 431


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