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LA LEGION 540

>> Historia >> Actividades bre de “Parideras”, y Paridera” quedó como el nombre antonomásico que se daba a todo tipo de operaciones. Hasta tal punto que los legionarios cantaban; “Mañana no hay “paridera” aunque lo mande Galera”. Fue una temporada de “Guerra Chiquita”, hasta que nos llegó el relevo, y después de unos días en Zaragoza salimos para operaciones otra vez. Y seguimos leyendo las emotivas cuartillas del Alférez Cavero (CAPÍTULOS V Y VI) Los últimos días de aquella temporadita de descanso la pasamos acuartelados hasta el día 6 de Julio que salimos hacia la provincia de Teruel, en un larguísimo tren militar. El Coronel Gazapo (Darío Gazapo Valdés) con su habilidad característica para poner contentos a sus hombres, había dicho a nuestro Comandante: “No tendréis ni que bajar del tren, en cuanto oigan los rojos que viene la Segunda Bandera huirán”. Y el vaticinio corría de boca en boca “Dice el Coronel Gazapo que ni bajar del tren”. En Cella empezó la “paridera”. Allí supimos que los enemigos habían ocupado unas alturas sobre Albarracín y se habían colado en la ciudad. A la Segunda Bandera, le tocaba pues su reconquista. La toma de Albarracín fue durísima, cinco días con sus noches de ataques furibundos y continuados, respondidos con el ardor y heroísmo de nuestras fuerzas, darían fe de ello. Mayoral, que era el capitán más antiguo de la Bandera, envió un parte en el que decía que era materialmente imposible avanzar. Las balas ¡qué importaban! No podíamos hacernos la idea de que la Bandera no consiguiera su empeño. ¡Y pasó! Campillo (el heróico brigada Campillo propuesto para la Medalla Militar) lo hizo. Sencillamente se puso en pie, lanzó a los aires un vibrante ¡Viva España! y echó a correr hacia el enemigo. Cuatro pasos después una ráfaga traidora acabó con su vida. Pero ya estaba hecho todo. Zamora siguió su ejemplo, y todos los legionarios se levantaron como un solo hombre, y ya sin resguardarnos, de pie en el parapeto coloqué las máquinas adonde pudieran batir mejor y tiramos sin cesar. Tiramos, y entre el humo vimos arder las parideras de pesadilla. Y cuando el humo nos cegaba podíamos oír los bombazos ¡música celestial para nosotros!. Vivas incesantes, fuego infernal, carreras a traer munición, y tragos y más tragos de las ya flacas botas. Media hora después ya no llegaba ni un tiro ni medio, y el Himno de La Legión sonaba vibrante repetido por el eco de aquellos imponentes cabezos. Albarracín había sido reconquistada por la Segunda Bandera Legionaria. Y como nos hacía mucha falta, nos enviaron a Zaragoza para reorganizarnos. Las operaciones de Albarracín, habían dejado muy claras las filas de la Segunda Bandera, y según dijo Losada (otro oficial de la Bandera) nos “sobraron” diez o doce bajas para pedir la Laureada que exige un mínimo del 33 por ciento de bajas en una acción de campaña. Tras ocho día de reorganización salimos otra vez para Albarracín (nos sigue diciendo el Alférez Cavero), pues parece ser que quedaba pendiente una “operacioncilla”, y el honor de coronarla se reservaba a la Segunda Bandera. A tal fin, salimos en un tren militar en la noche del 10 de Agosto -con los ochenta y tres mulos y todo- (Cavero se refiere al ganado en plantilla de la Compañía de Ametralladoras, cuyo mando ostenta con carácter accidental), y en la madrugada del 11 sufrimos un percance guerrero lejos del frente, cómico en la desgracia y glorioso aunque sin gloria. Sencillamente descarrilamos. Unos petardos en la vía fueron la causa. El Estado Mayor nos ordenó bajar del tren de inmediato y seguir hasta Santa Eulalia, donde comimos y recibimos la visita del General Ponte (Don Miguel Ponte y Manso de Zúñiga), que vino en persona a interesarse por la Bandera, y acto seguido partimos para Bezas, un pueblecito pobre y tristón, como todos los de aquella serranía. Tres día más tarde, hicimos desde nuestras posiciones una demostración para distraer al enemigo, mientras nuestras fuerzas atacaban “El Pelao”, posición de gran importancia estratégica que era el único obstáculo para establecer comunicación directa con Teruel por aquella parte. Y claro la Segunda Bandera fue la encargada de tomar “El Pelao”. Por la noche me llamó el Comandante, y allá en la posada del pueblo estaba el propio Frutos (Jefe de la Bandera), con Coloma, Mayoral, Rivera y yo (Cavero todo orgulloso de que siendo un simple Alférez, haber sido convocado, en su condición de Jefe accidental de la Cía. de Ametralladoras, a una reunión de capitanes). Tuve voz y voto en aquella reunión y quedamos de acuerdo sobre la operación del día siguiente. “El Pelao” (Rincón del Molinero se le llamó oficialmente) era una posición bien fortificada y colocada en el centro de una meseta. En el ataque sufrimos unas cuantas bajas. Los del 7 con 7 no podían acercar sus tiros porque se exponían en darnos a nosotros y todos los tiros iban largos, y los enemigos no se iban, y no solo no se iban, sino que nos llegaron noticias de que habían recibido una compañía de refuerzo. Y la cosa empezaba a ponerse seria para nosotros. Hasta que al capitán Coloma (Cavero sigue sin decirnos si trata de Don Julio o de su herma- 50 540 · III-2017 La Legión


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