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LA LEGION 540

Historia << Actividades << BREVE GLOSA LITERARIA SOBRE EL CONTENIDO DE “CON LA SEGUNDA BANDERA EN EL FRENTE DE ARAGÓN” Nada más abrir las primeras páginas del libro de Cavero, nos encontramos con una sentida dedicatoria del autor “A los que viven en la Bandera, y a los muertos que viven en la inmortalidad”. A continuación nos encontramos con una especie de prólogo, que más bien suena como una advertencia al lector. En él le indica: “No esperes encontrar una novela de guerra al tipo clásico. Esto no es una novela por dos razones: Primera: porque es un relato de hechos rigurosamente ciertos. Tal vez haya restado valor a la narración, pero verás en ellos lo que yo vi con mis propios ojos. Segunda razón: porque contra lo tradicional de tales novelas, yo no condeno la guerra. Reconozco que tiene sus molestias pero se compensan sobradamente. (…) Y si a la sucesión de hechos he añadido algún comentario, discúlpalo, es hijo de mi entusiasmo y de mi carácter de español que abandonó todo lo que más quería en el mundo, para acudir a la llamada de la Patria en peligro. Yo no fui a la guerra para conquistar honores, pero por lo menos en este período que queda condensado en mis cuartillas, he ganado el mayor a que podía aspirar: He estado ocho meses con la Segunda Bandera en el frente de Aragón” El día 7 de Abril de 1937, el Alférez Provisional Francisco Cavero y Cavero, se presenta en Camínreal (Teruel) al Jefe de la Segunda Bandera: Comandante Ruiz-Soldado, que le va presentado a los Ofi ciales de la misma: Ramón Marcellán (el páter), Pastor (el médico), Tejada, Coloma (Cavero no nos dice si se trata de Don Julio o Don Francisco) Civera, Maciá, Nogueruela, Zamora, Escobar, Palmeiro (¿quizás Manuel Saavedra Palmeiro?) y algunos más. Y una vez presentado y aposentado, queda a la espera de la orden de marcha de la Bandera para operaciones, orden que se produce el día 11 de Abril del citado año 1937. Sonó la corneta (nos dice Cavero), y la Bandera se concentró a toda prisa, y antes de media hora ya estaba todo dispuesto, pero el tren que se formó en Caminreal aún tardó varias horas en acoplar el material. Poco a poco quedó embarcada la Bandera, y hacia las diez de la noche emprendimos el viaje. ¿A dónde íbamos? Todavía no lo debía saber ni el Comandante Ruiz-Soldado. Cuando llegó el alba y con una brevísima parada en Zuera el tren se detuvo en Almudévar, donde Cavero pudo abrazar a su hermano militar profesional. Todavía no había salido el sol, cuando toda la Bandera y el Comandante a la cabeza, se dirigió a unas lomas desde las que se dominaba un barranco, y en frente unas alturas desde donde los enemigos nos tiraban “de butem”. La marcha de aproximación duró una hora, y al cabo de ella tomamos contacto con el enemigo. La Bandera abrió fuego con el entusiasmo que caracteriza a los legionarios que avanzaban cantado “No hay quien pueda, no hay quien pueda, con la Segunda Bandera”. Al caer la noche cesó el tiroteo y yo me encontraba empapado por la lluvia, que nos había venido acompañando durante todo el día. Y como aún no había llegado Demetrio (al fi nal, el Alférez Cavero consiguió que el Coronel Tella le autorizase a llevarse a su fi el enlace), y no tenía ni un mal capote, opté por aguantar tumbado en un inmenso charco, y los sargentos Casteiro y Marciano me proveyeron de tabaco, que aún ignoro como conservaban seco. Al alba, y tras una noche “toledana” le alcanzó un enlace con un papelito en el que su capitán (Coloma) le ordenaba “Va a tirar la Artillería durante diez minutos, al fi nal láncese al asalto con su Compañía” (entiendo que debió decir con su sección). Coloma no se lo pensó dos veces, y transcurrido el plazo de la preparación artillera, en una carrera vertiginosa, seguido del banderín y sus enlaces avanzó decidido hacia las posiciones enemigas que ocupaban la ermita de Santa Quiteria. Tras él, seguí a Coloma, que con el banderín de la compañía pegado a él, ondeando al viento de la tarde, iba abriéndose la ruta de la victoria. El tiroteo era ya mucho más soportable, y al poco nos hallábamos ante los restos ennegrecidos de lo que fue ermita, encontrando el campo sembrado de cadáveres enemigos. ¡Habíamos rescatado Santa Quiteria!. Media hora más tarde, y tras recibir la felicitación más efusiva del Jefe de la Bandera, ocupábamos los camiones para ir a Zaragoza, y a las nueve de la noche estaba en mi casa. El Capítulo III lo titula Cavero “LA BATALLA DE LOS CARACOLES”, y debe su título, a que tras una semana de lluvia y sol, guarneciendo una posición, y cuando nuestro Alférez no estaba destacado, se dedicaba a acompañar al “páter” y a Pastor (Capitán Médico) en sus “arriesgadas” cacerías de caracoles, que luego comían con gran algazara. El Capítulo IV, lo intitula “GUERRA CHUIQUITA”, y como su nombre indica, debía de seguir la paz y el sosiego en una vida de trincheras aburridísima, en posiciones que el Tte. Coronel Galera (Don Alfredo Galera Paniagua) las había defi nido con el nom- 540· III-2017 49 La Legión


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