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EJERCITO DE TIERRA ESPAÑOL 919

REVISTA EJÉRCITO • N. 919 NOVIEMBRE • 2017  95  SECCIONES FIJAS fuerzas para lograr una poco triunfal vuelta a Roma tras protagonizar la mayor derrota sufrida por la República o el Imperio en su historia. Ambos fueron deshonrados y perdieron sus cargos, y Cepio además fue condenado al exilio. REORGANIZACIÓN ROMANA Cuando los romanos veían ya su capital arrasada, los bárbaros les sorprendieron al decidir no entrar en la península itálica. En su lugar, y debido a los problemas logísticos derivados de su éxito (el grupo era cada vez más numeroso y resultaba difícil de mandar, organizar y alimentar), optaron por dividirse en dos bloques, de modo que marcharon los cimbrios hacia Hispania y los teutones hacia el norte de la Galia. El Senado, en situación desesperada, reaccionó nombrando cónsul (de forma ilegal) a Cayo Mario e invistiéndole imperator (comandante supremo de las Fuerzas Armadas), lo que le otorgaba poderes sin precedentes en la República. Mario, un experimentado jefe militar veterano de la guerra de Yugurta, bloqueó los pasos de los Alpes, estudió el terreno y ocupó las mejores posiciones en espera de acontecimientos. Mientras cimbrios y teutones perdían tres años en incursiones por Hispania y la Galia (al menos, Boiorix aprovechó para aprender latín) Mario se dedicó a reformar profundamente el ejército romano reorganizando su estructura, mejorando su armamento y reclutando gentes de toda condición (no solo nobles y ciudadanos acomodados, como era costumbre) para someterlos a una dura instrucción con el objetivo específico de aprovechar los puntos débiles de los bárbaros. Tras sus exitosas incursiones, los cimbrios y los teutones, que debían de tener ya un concepto bastante negativo del poder romano, decidieron finalmente probar suerte en la península itálica, para lo cual (dado el buen resultado que les había dado dividir la fuerza) acordaron dirigirse por tres rutas diferentes hacia Roma: Teutobod, que acababa de saquear Marsella con teutones y ambrones, entraría por el oeste; Boiorix con sus cimbrios entraría por el norte cruzando los Alpes por el paso de Verona; y los tigurinos, con los queruscos y los marcómanos, entrarían por el este (por el paso del Tergeste). Cayo Mario, conocedor de las intenciones del enemigo, envió un ejército al mando del procónsul Quinto Lutacio Cátulo César para interceptar a los cimbrios mientras él, personalmente, se ocupaba de los teutones. La idea era vencer a ambas tribus por separado pero a la vez y luego unificar fuerzas para acabar con el tercer grupo de bárbaros. LA VENGANZA ROMANA Cayo Mario, que contaba con espías de habla celta infiltrados entre sus enemigos, esperó la llegada de las fuerzas de Teutobod en una posición dominante junto al paso oeste de los Alpes en Aquae Sextiae (actual Aix-en-Provence), donde en el año 102 a.C. se libró la batalla del mismo nombre. La posición táctica del ejército romano era inmejorable, lo que obligaba a los bárbaros a cargar cuesta arriba. Esto, sumado al error de los ambrones, que iban en vanguardia y atacaron sin esperar apoyo, provocó que fueran diezmados y hubieran de retroceder en espera de refuerzos. Mario, que había previsto esta contingencia, mantenía oculto en las colinas cercanas un selecto grupo de legionarios que, iniciada la batalla, salieron a campo abierto y atacaron la retaguardia teutona arruinándoles el día. Los romanos (únicas Batalla de Teotoburgo o el desastre de Varo, por Otto Albert Koch (1909)


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